Opinión | EL DESLIZ

Errejón devuelve su carnet de feminista

Los herederos del 15M, Podemos y después Sumar, se apropiaron del feminismo para dividirlo, retorcerlo y convertirlo en arma arrojadiza, sin embargo les debemos el cambio de mentalidad que ha llevado a las mujeres de ahora mismo a no pasarle ni una al machismo

El feminismo mira bien a las mujeres, a todas las mujeres. / Elisa Martínez

No es fácil ser feminista, yo lo veo como una carrera de fondo. Llena de charcos. Nosotras, el siglo pasado, a los que se comportaban como lo ha estado haciendo Iñigo Errejón según las denuncias que han propiciado su dimisión y posterior lapidación (tocó presuntamente el culo a una joven en un festival musical y atosigó a otra en un ascensor) los llamábamos «babosos» y «metemanos» y huíamos de ellos como de la peste. A veces no había a dónde escapar. No todos los machirulos se conducían como babosos, los que no pasaban a la acción se nos hacían incluso tolerables. Pero repente, el típico tío majo, se te tiraba encima sin venir a cuento y se acababa la fiesta. Para ti, no para él. Luego decía que si te interpretó mal, que si cuatro birras, que si tal. Y tú se lo contabas a las amigas, información es poder, y le hacíais todas un cordón sanitario y la cobra. 

Las muchas mujeres alrededor de Iñigo Errejón no parecían hablarse entre ellas, porque ninguna sabía nada de las andanzas del diputado, ascendido a portavoz parlamentario hace cuatro días como quien dice; no había tantas mujeres merecedoras del cargo como esta semana, que se busca una fémina para sustituirle. Ni la exnovia, ni la colega de despacho, ni la decepcionante madre superiora Yolanda Díaz, que se fue de misiones a Latinoamérica cuando soltaron el bombazo, ninguna tenía ni idea de los comportamientos abusivos de su compañero que eran secretos a voces. No les podemos creer, no son tan ingenuas, no se tragan el ‘yo sí te creo’. Cero autocrítica y diez en hipocresía. «No han funcionado los mecanismos de control», dijo el ministro Ernest Urtasun, prometiendo un cursillo. Si ahora hay que controlar las braguetas de sus señorías con reglamentos y comisiones, vamos apañadas. La izquierda se extingue en su contradicción entre predicar y dar trigo. Tenían que acabar con la vieja política y leer los nuevos tiempos, pero han repuesto al rijoso Benny Hill persiguiendo señoritas en prime time. Por lo menos nos han ahorrado una consulta a las bases similar a la organizada por Podemos para la compra del chalet de Galapagar por parte de Pablo Iglesias e Irene Montero, digitada ministra por su marido en un revelador caso de nepotismo. Porque lo mismo hubiese salido el pulpo Errejón como animal de compañía, después de casoplón como solución habitacional digna para el proletariado.

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El feminismo mira bien a las mujeres, a todas las mujeres. Respeto, que cantaba Aretha Franklin. Cada persona en su ámbito y en la medida de sus posibilidades, ponerse en los zapatos de la mujer que tienes enfrente; verla como persona y no como cosa. Nunca un partido ha podido capitalizarlo porque siempre ha habido algún otro concepto o interés que anteponer a la causa de las mujeres. Los herederos del 15M, Podemos y después Sumar, se lo apropiaron para dividirlo, retorcerlo y convertirlo en arma arrojadiza. Lo hicieron antipático por agresivo, enrevesado y a menudo ridículo, repartieron carnets de feminista y dejaron fuera a media humanidad, imposible alcanzar los estándares que proponían, cualquier debate convertido en akelarre. Una lucha encarnizada, todes contra todos, más en las redes que con resultados en la vida real. Y sin embargo, les debemos el cambio de mentalidad que ha llevado a las mujeres de ahora mismo a no pasarle ni una al machismo. Consentimiento. Un bumerán que le ha dado en las narices a Iñigo Errejón, de quien tanta igualdad habíamos aprendido.