Opinión
Mazón comparece, Feijóo se la juega
El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, comparece este viernes en el Parlamento autonómico para dar explicaciones sobre la actuación de la Administración en la DANA que asoló Valencia el 29 de octubre. Lo hace cuando aún no ha acabado el recuento de muertos, que en el momento en que se escribe este artículo se cifran provisionalmente en 216. El número de desaparecidos baja conforme se identifican cadáveres, pero aún se busca a 16 personas. Los sinhogar o los que aún no han podido volver a sus casas son miles.
Tampoco es que las Cortes Valencianas, para vergüenza de todos, hayan sido un ejemplo de diligencia. Han tardado medio mes en reunirse. No se ha sabido nada de la presidenta negacionista de la institución que representa al pueblo valenciano, la militante de Vox Llanos Massó, segunda autoridad de la Comunidad, en estas dos semanas eternas. Algunos de sus compañeros de partido, según se va sabiendo, han aprovechado para hacer una escapadita de relax mientras afectados, voluntarios y trabajadores públicos limpiaban el fango. Una ausencia, la de Vox, tanto más notable cuanto que si alguien sabe de fango es precisamente ese partido.
Mazón no acude a las Cortes a dimitir, sino a utilizarlas como tabla de salvación. Del tono que emplee desde el primer minuto de su intervención, de si empieza por pedir perdón o busca refugios retóricos, depende en buena parte no sólo su futuro político, sino la complicada rehabilitación de la política valenciana tras este golpe. Se espera que también Mazón proceda a una remodelación de su gobierno, del que se dan por seguras las salidas de las conselleras de Justicia e Interior, Salomé Pradas, y de Innovación, Industria, Comercio y Turismo, Nuria Montes.
Mazón no acude a las Cortes a dimitir, sino a utilizarlas como tabla de salvación
La primera encarna la incapacidad de este Consell para responder, antes y después de la riada, a su obligación de proteger a los ciudadanos. La segunda se ha convertido en el rostro de la falta de empatía demostrada en esta tragedia. Pero además, Industria está llamada a ser pieza fundamental en la formidable reconversión de Valencia que ahora hay que acometer. Y ni los empresarios ni los sindicatos creen capaz a Montes de afrontar ese desafío.
Se especula también con la posibilidad de que la consellera de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, Ruth Merino, sea igualmente despedida. Como mínimo, perderá funciones. De hecho, ya ha dejado de actuar como representante del Gobierno autonómico, reemplazada deprisa y corriendo por la política más veterana con la que contaba Mazón, la vicepresidenta Susana Camarero, que se ha convertido en el único cortafuegos del jefe del Consell y saldrá con seguridad reforzada.
Hay más nombres en el candelero. El del conseller de Educación, Cultura, Universidad y, ojo, Empleo, José Antonio Rovira, cuya pasividad en esta crisis ha sido insólita. O el del titular de Sanidad, Marciano Gómez, cuya incomodidad en el seno del Consell también se ha hecho evidente a raíz de lo ocurrido. Pero eso sería una enmienda a la totalidad que parece improbable.
La cuestión, sin embargo, es que haga los cambios que haga, el responsable político y ejecutivo, pero sobre todo moral, de la actuación de la Generalitat seguirá siendo el presidente Mazón. La operación, por tanto, de convertirlo en el piloto de la reconstrucción es extremadamente difícil. El último relato en esa línea se empezó ayer a vocear en el Congreso, con una intervención especialmente lamentable del diputado del PP, César Sánchez. También en algunos medios y determinadas tertulias de Madrid y, con más voluntad que tino, en algunos de Valencia.
Haga los cambios que haga, el responsable político y ejecutivo, pero sobre todo moral, de la actuación de la Generalitat seguirá siendo el presidente Mazón
Es una narrativa según la cual Mazón no pudo transferir el mando a Sánchez cuando se precipitaba el drama porque Sánchez le dejó claro que no lo iba a coger. “El jefe del Consell no podía dejar solos a los valencianos”, es el resumen de este nuevo discurso, el decimoquinto en 15 días, que carga toda la responsabilidad al Gobierno central y exime totalmente de culpa al autonómico. El argumentario apenas tiene un fallo: que los muertos ya habían muerto cuando eso, de ser cierto, se discutía. Y que todos los damnificados sufrieron el desamparo. “Que Mazón se hunda no significa que Sánchez salga a flote”, advertimos aquí cuando el tacticismo de La Moncloa iba ganando al del Palau. Lo mismo vale a la inversa.
A Mazón le ha salvado estos días el complejo escenario político que las últimas elecciones dejaron en la Comunidad Valenciana. El PSPV y Compromís suman en las Cortes más escaños que el PP, así que son los 13 con que cuenta Vox los que tienen la llave en cualquier escenario que signifique la salida del actual presidente de su cargo. Si no fuera así, si el PP gozara de mayoría absoluta o al menos de más diputados que la izquierda, a Mazón ya le habrían obligado a renunciar como en su día hicieron con Francisco Camps. Pero la realidad es que en una nueva sesión de investidura, a Vox le bastaría con abstenerse para reventar la legislatura.
El Estatuto, además, blinda al presidente de la Generalitat más que al del Gobierno central, al forzar a que su sustituto tenga que ser, necesariamente, diputado. En el actual grupo parlamentario del PP, sólo la alcaldesa de València, María José Catalá, reúne la doble condición de conservar el escaño y además tener la suficiente solidez política para desempeñar la jefatura del Consell. Pero de forzar esa situación, con menos votos que la oposición del antiguo Botànic en las Cortes, y sin contar tampoco con mayoría absoluta en el Ayuntamiento de la tercera ciudad de España, donde también se tendría que someter la Alcaldía a votación plenaria sin que los populares tengan un recambio claro para Catalá, el PP podría verse en un callejón aún más estrecho del que ya transita.
Esa es la clave que explica, en buena medida, los continuos bandazos que el líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, está dando desde el día posterior a la DANA. Feijóo no comulgaba con Mazón mucho antes de que el diluvio se produjera. Y los barones (todos, hasta el amigo y vecino de Murcia Fernando López Miras), se han cuidado mucho de no salir a dar la cara. La propia María José Catalá ha limitado hasta extremos verdaderamente llamativos su presencia, sin tener ni una declaración de aliento para su compañero del Palau. Así que es normal que a Feijóo se le haya visto escaso de convicción, confuso y contradictorio en su defensa de Mazón. Pero tampoco ha sido capaz de encontrar otra solución que le diera garantías de que, dejando caer al alicantino, iba a poder mantener la Comunidad Valenciana en manos del PP. El problema es que la dimensión de lo ocurrido es nacional. Y, por tanto, a lo que de verdad se está enfrentando Feijóo es a que “lo de Mazón” le cueste al PP las próximas elecciones generales, que Sánchez convocará cuando mejor le venga. Mazón será el que comparezca. Pero el que se la está jugando es Feijóo.
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