Opinión | EL MALECÓN

Los desmentidos de Barça y Madrid

Raphinha disputa un balón con Lucas Vázquez durante el último Real Madrid - Barcelona de la Liga. / EFE

En el fútbol la memoria tiene las patas muy cortas. El Barça, en fuera de juego ante Real Sociedad, Celta y Las Palmas, rebrotó en Son Moix cuando ya dependía del Madrid. El Real, solvente ante Osasuna, Leganés y Getafe, se la pegó en San Mamés cuando tenía a los azulgrana a tiro. Uno y otro en la noria, aunque el Barça ha tenido el fútbol que casi siempre le ha faltado a su gran adversario.

De desmentido en desmentido. En el curso de Mbappé se ha colado con todo merecimiento Raphinha. El francés, tan mesiánicamente añorado, por ahora está enchiquerado. El brasileño, tan raso en tiempos de Xavi, resplandece como nadie. Uno mustio, el otro titánico. El primero ha puesto su estrellato entre paréntesis, poco clínico en el juego y sin liderazgo. El segundo tiene de todo: fútbol, goles y remangue. Por más que le ceda el brazalete a De Jong, el auténtico paladín es el 'canarinho'. La noche y el día.

Un 'sorpasso' el de Raphinha a Mbappé, tan inopinado como el tremendo estirón de un chiquillo como Lamine, que a los 17 años podría hacerse llamar 'Laminho'. Tan precoz que ya gana partidos sin necesidad de anotar en una goleada como la de Mallorca. En Palma, de inicio, no fue el mejor Lamine, pero luego cargó al rival con un penalti y con dos toques con el empeine exterior de su angelical zurda -al estilo de Cruyff y Modric- puso al equipo en órbita. Por supuesto, Lamine ya discute en la mesa de Vinicius, el precipitadamente autoproclamado Balón de Oro.

Tan impredecible es el fútbol que Barça y Madrid se retan con modelos diametralmente opuestos. Por ejemplo, en el campo base. Los blancos hace tiempo que industrializaron la línea central con jugadores con aire de Espartaco: Valverde, Tchouameni, Camavinga. Piernas de mármol y muchos pulmones. Los barcelonistas, por razones financieras y futbolísticas -como las del frágil De Jong-, se vieron obligados a tirar los dados con el desdichado Bernal y el novicio Casadó. Este último y otro liviano como Pedri son las bisagras culés a la espera de otro de techo bajo como Gavi, por muy bizarro que sea el andaluz. Nada que ver con la metalúrgica del Real.

Dos contradicciones ante el gol. Sin Cristiano y Benzema, el Madrid decidió envidar sin arietes naturales. Los futuristas Mbappé, Rodrygo y Vinicius como vanguardia. El Barça, más convencional, se colgó de un 'nueve' fetén como Lewandowski, al que con 36 años ya daban por caducado la temporada pasada. Tan marchitado, se decía, como el también señalado Raphinha. Hoy nadie golea como el polaco, de repente inoxidable. En las áreas propias, el mejor portero del mundo, Courtois, y un meta provisional como Iñaki Peña.

En conjunto, el Barça está definido. Para bien o para mal sabe a lo que juega. El Madrid, al que nunca le importaron un rábano los debates estilísticos, carece de momento del tuétano que le distinguía, su capacidad camaleónica para resolver por h o por b.

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Pero como en el fútbol las sensaciones pueden ser equívocas, el Real resiste a cuatro puntos del Barça con un encuentro menos. Aún es diciembre, y quizá en mayo, cuando llegue el momento terminal, todo lo aquí escrito merezca más de un tachón. Y quién sabe si también haya que lamentar que falten párrafos para el aparentemente renacido Atlético. Por el Metropolitano, un Simeone jugador parece haber convencido al Simeone entrenador de que vale la pena descamisarse en ataque. Veremos.