Opinión

Sánchez baja la voz y eleva la vanidad

Pedro Sánchez, en la rueda de prensa tras reunión del último Consejo Ministros del año.

Pedro Sánchez, en la rueda de prensa tras reunión del último Consejo Ministros del año. / EFE

Pedro Sánchez se adelanta al discurso navideño de Felipe VI, otro pisotón dentro del duelo de altura en la cumbre estatal. A tono con las festividades en curso, el presidente del Gobierno se ha manifestado susurrando a los españoles. Baja la voz y eleva la vanidad, que sus rivales más encendidos engordarán a engreimiento. Los términos de "éxito económico", "mejora la vida de la gente de a pie" o "muy sobresaliente", plantean si habita el mismo país que sus compatriotas. Exagera los 21 millones de empleados que solo miden un aumento poblacional, sin detenerse en los millones de parados. Una alusión tangencial a la vivienda, ninguna a la imposible emancipación de los veinteañeros con empleo.

El populismo de la condecoración a Marisa Paredes entra en el área de publicidad, el envanecimiento adquiere un rango de alucinación con dos menciones a un imaginario sorpasso de la locomotora europea. Sánchez "celebra", su verbo favorito, que el Gobierno haya creado "más empleo que Alemania e Italia juntas" y "más kilómetros de alta velocidad que Alemania e Italia juntas". No se limita a respetar con humildad el medio ambiente, ha de "liderar la carrera global por la sostenibilidad" El balance navideño de Sánchez se ha convertido en un debate del Estado de la Nación sin necesidad de oposición, en una parodia ajena al ruido de las "tertulias" que tanto le absorben. Dado que al estado de ánimo supera en importancia a los logros sesgados del estilo de "hemos democratizado la producción de energía", cabe constatar que Sánchez se ha empeñado en mostrarse pausado, persuasivo, un paso por delante y metros por encima de los conciudadanos a quienes tutea en "me habéis escuchado muchas veces". Pretende ocupar el terreno de juego en su integridad, denunciar la ausencia de una oposición en condiciones. Su mantra o monserga de "España, avanza; España, progresa" disfraza el mensaje de que el presidente del Gobierno ha venido para quedarse, y ni siquiera está claro quién es su rival.

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