Viéndolas venir

19 días y 500 noches de vergüenza

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Álvaro Romero @aromerobernal1
21 ago 2019 / 09:47 h - Actualizado: 21 ago 2019 / 09:50 h.
"Inmigración","Viéndolas venir","Solidaridad","Unión Europea"
  • 19 días y 500 noches de vergüenza

Como el incrédulo Tomás, el fiscal siciliano Luigi Patronaggio ha creído cuando ha tocado. Normal. Harto de leer milagrerías en los periódicos, ha tomado un helicóptero con un par de médicos y ha comprobado por sí mismo que la situación en el Open Arms era lo más parecido a lo que él hubiera imaginado como el infierno. Nada que ver con la apreciación de De Quinto, ese desembarcado político español que, en vez de tocar, tiene fe suficiente en que los inmigrantes son, por definición, unos aprovechados.

Lo que no es tan normal es que se hayan necesitado 19 días -y 500 noches, pregúntenles a los afectados- para esto, para lo lógico, para lo de cajón: que estos desgraciados llegados de varios infiernos del mundo, en vez de desembarcar donde les pillara más cerca, hayan protagonizado este escándalo sobrevenido por esa desvergüenza que envuelve a estas alturas el concepto de la globalización. El mundo es una aldea global, dijo McLuhan, pero le faltó picardía, o le sobró cinismo.

Lo que no es normal es que, a estas alturas de la glocalización, un ministro del Interior no salve a nadie aunque se apellide Salvini, y que un fiscal siciliano, apellidado Patronaggio, sea el verdadero patrón de 83 almas en pena. Lo que no es normal es que se hayan necesitado 19 días y 500 noches para dilucidar quién manda aquí, con una Unión Europea permanentemente de perfil ante los desafíos de la inmigración global, determinados países negados por definición a la solidaridad y otros, como España, condenados a la ridícula confrontación entre un presidente en funciones que por la mañana ofrece Algeciras y a mediodía Mallorca y una oposición sin arrimar jamás el hombro ni al presidente ni a los inmigrantes.

Lo que no es normal es que solo en lo que va de agosto haya tenido que intervenir un juez para contradecir al ministro del Interior, tan aficionado al Rosario de la Virgen y en desacuerdo con sus propios compañeros, hasta con el dimisionario primer ministro; se tengan dudas aún en la interpretación del código penal; y se haya gastado tanto esfuerzo y dinero que ahora se metaforiza en esa estampa de un buque de la Armada española a la deriva de su propia misión mediterránea...

Alguien debería pagar ahora tantos platos rotos, que no se vuelven a comprar con dinero. Pero no va a pasar nada. Y todos dudamos de haber aprendido algo.