Desde el pasado viernes hasta las 19,00 horas de este lunes pasado, en España se han producido 214.619 contagios. No me he equivocado con la cifra: 214.619. Y esos son los conocidos. Hay que suponer que en casa habrá miles de personas que no pueden dejar de trabajar y ocultan la enfermedad; o miles de personas que no saben que el SARS-CoV-2 se replica en sus pulmones. El dato es escalofriante. También lo es saber que 500 personas ingresan a diario en los hospitales españoles, que tratan de salir adelante otras 200 personas que han ingresado en las UCI’s, y que 120 ya nos han dejado a causa de la Covid-19. Y, además, asimilar que la incidencia acumulada por 100.000 habitantes a 14 días es 1.206 se hace casi imposible cuando hace unas semanas estábamos cerca de 50. El panorama es desolador y se dibuja un futuro duro y gris.
Siendo verdad que son muchos menos los que pasan la enfermedad sin problemas, dado el altísimo número de contagios, la presión hospitalaria comienza a elevarse de forma preocupante. Si esto se alarga, el problema que llega es de gran magnitud. Siendo verdad que son muchos menos los que pasan la enfermedad sin problemas, pierden la vida demasiadas personas a diario.
Todo esto ocurre porque son los políticos los que gobiernan. Si existiera una ley que dictase que en época de pandemia fueran los científicos los que marcasen la pauta y los políticos tuvieran que estar calladitos, otro gallo cantaría. ¿Cómo es posible que se aluda a causas económicas para no tomar alguna medida imprescindible como, por ejemplo, no permitir celebraciones multitudinarias? No tiene sentido alguno colocar un puñado de euros por delante de la vida. Está claro que, a estas alturas, la opción de un confinamiento duro o de medidas exageradas no pueden producirse. Pero algo hay que hacer para parar un tren que arrasa con todo.
Dadas las circunstancias, los españoles debemos ponernos manos a la obra. Ya tenemos experiencia y sabemos lo que podemos hacer y lo que no. Los cuatro bobos que siguen acudiendo a fiestas ilegales o que no cumplen con las normas básicas pueden seguir a lo suyo, pero el resto debemos poner en práctica lo aprendido. Estamos muy fatigados aunque sabemos que la Navidad puede vivirse de distintas formas. Y la mayoría no está dispuesta a empeorar la situación por cenar en grupo o bailar unas sevillanas.
¿No ponemos con ello?