Como esos vendedores de medicinas que se colocan en los centros de salud a la espera de la salida de los médicos, las grandes corporaciones químicas compiten en una especie de subasta delante de las puertas de los magnos bloques de poder mundiales. La diferencia es el dinero que está en juego, calderilla frente a cientos o miles de millones, pero la esencia del hecho es muy similar.
“Y ahora les presentamos la vacuna Pfizer con un 92 por ciento de efectividad. ¿Quién da más?”. “Nosotros -responde Moderna- la nuestra ofrece un 94,5”. “Eh, eh, quieto parao ahí -interrumpe Putin- que la nuestra, la Sputnik V, lleva más tiempo experimentándose también con un 92 por ciento, por lo menos”. “Vale, señoras y señores, ¿quién puja también pero con el visto bueno de la agencia europea del medicamento más la de USA y de la revista The Lancet?”. “Así no hay manera -se rebela Xi Jing Ping- nuestras vacunas chinas de nuestra empresa Sinopharm no tienen nada que envidiarle a las demás”. Entonces salta de nuevo el representante de Moderna: “Pero ustedes son de los malos, usted y Putin no entran en la subasta”. “A nosotros The Lancet nos ha dado su bendición”, replica Putin. “Nosotros no necesitamos bendición alguna, conocemos mejor que nadie al virus y por tanto al antídoto”. “Claro que lo conocéis, como que lo habéis inventado, bandidos, bandidos”, interviene Miguel Bosé quien termina entonando levemente su gran éxito de sus primeros tiempos.
De pronto, se escucha un gran estruendo en la sala de subastas. Es Donald Trump que se ha tropezado al entrar precipitadamente con la moto de Fernando Simón que la tenía el tío aparcada en el pasillo de la sala. “Joder -protesta Trump- cuando los tribunales me den el poder que me ha robado ese Biden con aspecto de repartidor de leche deprimido te voy a mandar a ti y a tu gobierno a la Venta del Nabo, Simón, y además no levanto los aranceles al aceite y a las aceitunas negras porque son negras y a mí los negros me tienen negro”. “¿Quería algo, míster Trump?”, le indica el mantenedor de la subasta desde su atril. “Sí, por supuesto, decir que yo he impulsado la fabricación de las vacunas más importantes del mundo libre -que son las buenas- contra el virus chino y ahora nadie lo reconoce”.
“Alto ahí -grita Xi Jing Ping-, ¿qué es eso de vacuna china, es usted un racista y no se lo voy a tolerar”. “Ni nosotros”, añaden Pedro Sánchez y Pablo Iglesias”. “¿Cómo? -salta el inglés Boris Johnson-, ¿ustedes los españoles uniéndose en la protesta contra un presidente de Estados Unidos a la misma China? Con razón votamos Brexit”. “Ya estamos con los populismos neoliberales, el dinero los cría y ellos se juntan” -exclama Pablo Iglesias-. “Cállate Pablo, acuérdate de Trafalgar y de la guerra de Cuba”, le dice Sánchez tirándole del moño. “Trafalgar y guerra de Cuba, ¿eso qué es? ¿De la época en que Inglaterra dejó tirada a la República y apostó por Franco y de cuando Eisenhower bendijo a Franco en los años 50? ¿Memoria histórica?”. “Pablo, sólo piensas en Franco”, añade García Ferreras que había ido -a costa del dinero de Moncloa- a ver cómo se estaba poniendo aquello al rojo vivo.
“Pido la palabra”, demanda el representante de Moderna. “Usted la tiene”, contesta el mantenedor. “Proclamo solemnemente que la principal diferencia entre la vacuna de Moderna y la de Pfizer es que la nuestra de Moderna se puede almacenar a temperatura ambiente lo que permite imaginar una distribución a distintas partes del mundo sin obstáculos por la refrigeración. En todo caso, mientras la de Pfizer exige al menos 70 bajo cero la nuestra con 20 bajo cero tiene bastante”. “No se hable más, adjudicada a Moderna”, concluye el subastador. “Vámonos de aquí, Vladimir, que el pescado estaba vendido”, le dice Xi Jing Ping a Putin mientras Trump sonríe y Pedro y Pablo se dan un carajazo con la dichosa moto de Simón.