Los medios y los días

A favor de las fuerzas legales y armadas

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30 nov 2021 / 04:00 h - Actualizado: 30 nov 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Efectivos de la Policía Nacional durante la huelga del metal en Cádiz. EFE/Román Ríos
    Efectivos de la Policía Nacional durante la huelga del metal en Cádiz. EFE/Román Ríos

Tengo algo muy claro en el tema de la estructura armada indispensable para la seguridad de un estado: si ellas no están lo más satisfechas posible con su estatus y su sueldo yo no estoy seguro del todo. Me refiero a estados democráticos que poseen leyes para contrarrestar posibles abusos aislados que puedan cometer algunos miembros de los llamados cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, entendiendo por ello policía, guardia civil y ejército. También tengo muy claro que esta policía, esta guardia civil, este ejército, ya no es el de Franco ni el de la dictadura, en su interior pueden existir personas de todas las ideologías pero las normativas generales de obligado cumplimiento brotan de la democracia, no de una democracia débil y revanchista, no de unos partidos que se sirven de la democracia para destruir lo que esa democracia representa, sino de una democracia fuerte y unida que da el puñetazo en la mesa cuando la mayoría de sus miembros están en peligro por la voluntad de los menos. Estas son las reglas que nos hemos dado en España, quien quiera separatismos y aventuras “revolucionarias” tendrá que ir por los cauces legales o por los ilegales y atenerse a las consecuencias. Bueno, nos atenemos todos porque yo, a pesar de mis años, no voy a tolerar que nadie se separe de lo que ahora llamamos España a menos que el 80 o el 90 por ciento de su población esté libremente, sin ser adoctrinada, a favor para que separarse no implique una guerra civil abierta o larvada en una zona de la península ibérica.

Lo que está pasando con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado es que una izquierda peregrina aún las ve como señores deseosos de sangre porque ni siquiera han conocido a aquellos “grises” que yo sí conocí y sufrí, los cuales, a pesar de todo, no eran los más peligrosos porque se les veía venir. Los más peligrosos eran los facinerosos que se metían entre nuestras manifestaciones, pistola escondida, y aprovechando el alboroto y las carreras te pegaban un tiro y ese asesinato quedaba sin resolver para siempre. El tardofranquismo, la transición y los primeros momentos de la democracia no fueron tan modélicos como los pintan a nivel de orden público. Hubo muertos, bastantes de ellos entre las filas estudiantiles que eran mis filas entonces. En Sevilla, el fotógrafo y amigo José Julio Ruiz se hizo célebre porque captó desde la distancia con su cámara a uno de estos pistoleros vestidos de civil con su arma en la mano.

Los partidos que apoyan a Sánchez en la elaboración de una nueva ley de seguridad ciudadana ven en las fuerzas armadas del estado a unos elementos procedentes de un país extranjero que invade su país y los reprime en su auto-otorgada libertad de destruir lo que es un estado democrático reconocido internacionalmente, fruto de un periodo de transición de dictadura a democracia que costó muchos muertos, arrancando desde la guerra civil y sus causas mortuorias. Esos partidos están desautorizados para elaborar una ley como la que se prepara, odian a los miembros a los que, sobre todo, la norma va destinada, ¿para esto no hay delitos de odio? Se aplica esa barbaridad que son los delitos de odio a cualquier calentón y, en este caso, una ley que se supone que debe elaborarse con sosiego y mirando por multitud de factores puede ser aprobada por quienes odian a los que se van a ver afectados por ella y, es más, va a consolidar ese odio y le va a dar alas. Supongo que un gobierno democrático y racional debería construir una ley que ni diera privilegios propios de una dictadura a las fuerzas del orden ni poder a la chusma para saltarse a la torera la autoridad de una democracia. Usted se manifiesta y la importancia de la manifestación está en el número de manifestantes, en la forma cívica de manifestarse y en las influencias que ya entre bambalinas puedan tener los convocantes dentro de los caminos que la propia democracia permite. Pero, ¿destrozar enseres públicos y privados?, ¿darle cancha a los okupas? Oiga, a eso ya, palo y tente tieso, ¿le quemo yo su casa? Pues no queme usted la mía, la vía pública que es de todos, ni irrumpa en la casa que me pago con el sudor de mi frente mediante una hipoteca que le doy a los señores feudales que son los bancos que suelen abusar siempre de uno porque nunca pierden. Yo puedo ser de izquierdas y demócrata pero no gilipollas, me tengo que defender de la chusma en particular y de la estupidez en general.

Es peligroso además tener descontentas a unas fuerzas armadas democráticas porque hay más poderes que los del estado. No sé si me explico. El caso es que no se puede tener deprimido y cabreado a uno de los pilares de la democracia platónica, los guerreros, para reforzar ideas peregrinas de otros tiempos y para darle gusto a partidos racistas cuyos miembros arrancan de uno de los factores que más víctimas ha ocasionado a nuestra especie: el nacionalismo excluyente, el nacionalismo que odia al otro. Ahora resulta que el zorro puede proteger a las gallinas y convertir en gallinas a las fuerzas armadas que deben actuar en nombre de un estado democrático poderoso, firme, cohesionado y coherente.