¡¿Acaso estamos tan seguros de algo?!

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25 oct 2022 / 07:11 h - Actualizado: 25 oct 2022 / 07:14 h.
"Opinión"
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Es curioso lo que cambian los tiempos morales: cuando yo era pequeño, un desertor del ejército era un cobarde, hoy en día aplaudimos a los jóvenes que huyen de Rusia para no ser llamados a la guerra; Sócrates prefirió tomarse la cicuta a ir contra las leyes y dictámenes legales (fue famoso por ese gesto moral durante 25 siglos); Jesucristo (si es que existió) dicen que aceptó su sentencia para no contravenir las leyes de los hombres, porque bien podría haber usado el poder de su Padre para escapar y escarmentar a sus asesinos (sigue siendo famoso por ese gesto 20 siglos después). Hoy se les vería como a tontos, que habiendo podido escapar, se dejaron morir.

La moral, esa cosa que parece estable y eterna, cambia con los siglos, lo que antes constituía a un cobarde, hoy es la esencia de un valiente.

Antiguamente era heroico ir a la guerra, hoy se considera una locura. Hemos vivido tantas guerras que han terminado, años después, en alianzas económicas y hasta militares que ¿quién se puede fiar de un ideal que justifique la guerra? Y sobre todo: ¿quién puede fiarse de un gobernante que lleva a sus jóvenes a la muerte? ¿Qué tipo de ideas pueden justificar el asesinato de cientos, miles, de jóvenes?

A veces se habla de que la juventud ya no tiene ideales. ¿Es, realmente, mejor tener ideales? Entiendo el concepto de “defensa propia”, pero ¿más allá de eso? ¿Luchar por un concepto de patria, por una bandera, por unas ideas políticas? ¡¿Acaso estamos tan seguros de algo?! ¿Hay algún ideal que no haya resultado un fracaso? Es lo que tiene conocer la Historia: alianzas espurias que un día están en una posición y tiempo después en la contraria.

Quizás la vida se viva con más emoción y determinación cuando tienes un ideal y todos los que se enganchan (o nos enganchamos en el pasado) a un ideal viven la vida con una fuerza inusitada sustentada en creer que se posee la verdad; mientras que desconfiar de las posiciones maximalistas y situarse en un centro en permanente sospecha que intenta ver lo bueno y lo malo de cada posición, puede sentirse como menos aventurero y, por supuesto, mucho más aburrido.

¿Seremos descendientes de los mesurados o de los audaces? Imagino que los valientes ganaron muchas batallas, aunque al final murieron. Los mesurados, los que usaron la palabra y la negociación y las leyes y hasta el engaño, pervivieron. La diplomacia, la palabra, los acuerdos, los negocios, también son formas de guerra, pero con menos muertos (quizás más esclavos, pero menos muertos). Espero que sigamos apostando por esto y no por las bombas y las balas.

Debe de ser que hablo desde el miedo que siento al tener un hijo adolescente para el cual todo es una verdad evidente, sabe con claridad meridiana qué está bien y qué está mal, y considera que el mal hay que combatirlo arriesgando la vida, si es necesario, e imagina que si fuera ucraniano se iría a la primera línea del frente a matar rusos. ¡Menuda enfermedad pasajera es la adolescencia! Y me asusto porque cuando lo oigo, me acuerdo de que también fui así, y pienso que todos los hombres hemos sido así (imagino que las mujeres no), y que siempre habrá carne de cañón para llenar ejércitos de asesinos ignorantes aferrados a banderas e ideales. Espero que la palabra gane cada día un peldaño más en nuestras formas de convivencia, aunque por lo que vemos en Ucrania, en Corea del Norte, en la China que quiere atacar a Taiwan, a veces nuestros pies se deslicen unos cuantos peldaños escaleras abajo. La palabra es vida. ...Si no se insufla de ideales que enloquezcan a la gente y la lleven a la guerra. ¿Ven cómo mantenerse en un punto intermedio es muy difícil?