Opinión

Manuel Bohórquez

Adiós a la bailaora Angelita Vargas

Adiós a la bailaora Angelita Vargas

Adiós a la bailaora Angelita Vargas / Manuel Bohórquez

Esta mañana muy temprano ha muerto en Sevilla la gran bailaora sevillana Angelita Vargas Vega (Triana, 1946), una de las más grandes de la historia y de las pocas que conservaba en su baile racial las huellas del baile gitano de la Cava Nueva de Triana. Era pura, sin amaneramientos, de la escuela trianera. Nacida en el arrabal sevillano, donde siempre se bailó de una manera distinta a la de Sevilla, sus apellidos señalaban su origen familiar, de los Vargas y los Vega, dos de las castas gitanas del barrio con más historia flamenca del mundo.

Fue una niña pobre que nació con el don del cante y el baile. Muchos aficionados no sabrán que comenzó cantando y que incluso grabó un disco como Angelilla la Gitana, un vinilo de cantes festeros. Matilde Coral y Rafael el Negro le pusieron ese remoquete. Tenía el arte en las venas y al final destacó en el baile desde muy niña, disciplina en la que fue una de las mejores de todos los tiempos, con unas maneras que te llevaban siempre a la escuela sevillana, que se distingue de las demás por su feminidad, el movimiento de las manos y el apego a la más honda tradición.

Fue en la VI Bienal de Sevilla, en 1986, donde comenzó a despegar junto a su familia: El Biencasao, su marido, y su hijo Joselito, ambos ya fallecidos. Crearon un espectáculo que recorrió el mundo, destacando en los festivales de verano. Era todo un espectáculo de irresistible gitanería, sobre todo verla bailar a ella, siempre tan gitana en el vestir y tan pura en todo. Cada baile suyo era una lección de flamenquería. Participó en el concurso Giraldillo del Baile, de la Bienal de 1982, con Mario Maya, Pepa Montes y Ramírez, entre otros, y destacó sobremanera, aunque el ganador fue Mario Maya.

Ella fue la primera en felicitarlo. Porque además de una grandísima bailaora, Angelita fue una gran persona, de ahí que hoy sea un día negro para el flamenco en Sevilla: porque no solo se ha ido una gran artista, sino una persona de sombrerazo, querida tanto por sus propios compañeros como por toda la afición del mundo entero. Estuve con ella en algunos festivales internacionales y descubrí que su baile era valorado fuera tanto o más que en España, sobre todo en Francia. El arte, la calidad, no tiene fronteras.

Angelita Vargas se va con muchos reconocimientos. Fue Premio Pastora Imperio en 1980. En 1986 recibió el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez. En 2016 fue homenajeada en el Tacón de Utrera y antes, en 2013, disfrutó como Trianera de Honor. Nunca la vi quejarse de no estar reconocida, porque por encima de todo era una artista humilde, de una sencillez admirable. Cuando hace unos años tuvo un ictus y tuvo que dejar de bailar porque le quedó medio cuerpo paralizado, supo de verdad lo querida que era porque vio mucho cariño a su lado.

Recuerdo que una noche bailó sentada en una silla, solo moviendo los brazos, y aquello fue la locura. Nunca vi un corazón tan gitano y tan flamenco. Hoy hay que estar en el Tanatorio de San Juan de Aznalfarache para decirle adiós a una mujer que ha quedado en la historia como una de las bailaoras más puras. Descansa en paz, querida amiga. Y gracias por todo.

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