Dentro de pocas semanas podremos caminar por la calle sin la dichosa mascarilla puesta. Los datos van mejorando, poco a poco, y la pandemia parece que va remitiendo gracias a las vacunas. Nunca sabremos agradecer lo suficiente a los científicos lo que han sido capaces de lograr en tan poco tiempo. Nunca.
¿Conoce usted a alguien que haya sufrido una gripe durante el último año? ¿Cuántos familiares o amigos constipados ha tenido usted cerca durante los últimos meses? (Ojo con las alergias porque esas no cuentan como constipados). Supongo que la respuesta es la misma para ambas preguntas: la gripe ha desaparecido casi por completo del mismo modo que los constipados se han volatilizado. Y eso es gracias al uso de mascarillas, el distanciamiento social y el adecuado lavado de manos, entre otras cosas. Entonces ¿debemos abandonar la mascarilla para siempre?
Es posible que caminando por la calle no sea necesario el uso de mascarilla aunque en algunas ciudades será más que recomendable utilizarlas (la contaminación elevada invita a que sean parte de nuestro vestuario básico); es posible que hacer deporte con mascarilla sea excesivo, incómodo y casi extravagante; con toda probabilidad el uso de mascarillas en casa o con personas que estén vacunadas sea algo exagerado. Pero ¿usted se ve cogiendo el autobús para ir al trabajo, rodeado de decenas de personas, sin la mascarilla puesta y sin su frasquito de gel hidroalcohólico en el bolsillo? ¿Le importará a usted estar en el teatro con su preciosa mascarilla colocada por precaución? Los ejemplos son muchos y puede usted añadir lo que quiera porque las razones para no dejar de usar mascarilla en ocasiones concretas son muy numerosas.
Llega el verano y el uso de la mascarilla va a dejar de ser obligatorio. Apuesto a que en julio se acabó la cosa al menos en espacios abiertos. Una buena noticia puesto que eso es señal de mejoría respecto a la pandemia. ¿Debemos abandonar su uso? Posiblemente no. Los niños volverán a ir al colegio con mascarilla; en las oficinas tendremos (al menos tendríamos) que seguir con ella colocada; deberíamos seguir usando la mascarilla al hacer la compra... Y, tal vez, las gripes, los constipados, cualquier enfermedad vírica o provocada por bacterias, estarán más controladas.
Las cultura de la mascarilla debería calar seriamente entre todos nosotros. No tanto la del botellón, la de la fiesta descontrolada, o la filosofía de a mí plim lo que le pase a los mayores, o la de mando al niño al cole con fiebre porque no tengo nada que hacer con él. Otro gallo nos cantaría.