La seguiriya gitana no es un cante de mañanas soleadas y luminosas, sino de madrugadas oscuras y tristes. Despertarse con esta noticia, la muerte de El Risitas a los 65 años te saca de tanto forraje informativo sobre la política de estos días. Hace unas semanas estuve en el Quitapesares, el bar del entrañable Pepe Peregil, su descubridor, y del primero que me acordé nada más entrar fue de Juan Joya El Risitas, un personaje único que nos hacía siempre reír, aunque no contara chistes. Todo era verlo, con aquellos ojos que eran un libro abierto, y troncharte de risa. Pero cuando hablabas con él, digamos medio en serio, descubrías a un ser humano que nada tenía que ver con el que salía en los programas de Jesús Quintero. Era muy humano y te podía contar también historias tristes de otros grandes personajes de la Sevilla de arte de tabernas. Tenía una gran habilidad para el mangazo, pero el de arte, porque le gustaba el dinero. ”Échame una cañita, que te vas a llevar el billete de mil duros sin cambiarlo”, te decía. Te reías por la ocurrencia y por las carcajadas de La Pantojita, que iluminaba con sus bellos ojos el Quitapesares. Ya apenas hay personajes de taberna en una Sevilla que se nos va yendo sin darnos cuenta por entre las yemas de los dedos. Este hombre, El Risitas, tenía graves problemas con la diabetes, por la que le tuvieron incluso que cortar una pierna. No suele ser un final feliz el de estos personajes de la calle. Acaban olvidados en alguna residencia o en algún parque. Y era más famoso que un ministro o un cantante. Sus continuas apariciones en los programas de Jesús Quintero le dieron una gran popularidad por sus ocurrencias, sus contagiosas carcajadas, tan agudas, y aquella ojana de la buena, de la de arte, que nos maravillaba. Pasarán siglos y siempre habrá un sevillano que cuente alguna experiencia con este poligonero, de San Pablo, que descansa ya tras pasarlo tan mal en estos últimos años. Pero también disfrutó de la vida, de lo que le gustó de ella, sin grandes responsabilidades y mucho tiempo para alegrar a los demás.