Administrativos de atención primaria: ¡socorro!

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29 abr 2021 / 04:00 h - Actualizado: 29 abr 2021 / 04:00 h.
"Tribuna"
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Les escribe un humilde Auxiliar Administrativo de un centro de salud de Sevilla. Soy personal estatutario del Servicio Andaluz de Salud, aunque muchos dirán que somos funcionarios. No es así, pero no voy a explicarles las sutiles diferencias entre funcionarios y personal estatutario. Sí, en todo caso, somos empleados públicos y, al igual que el resto de las categorías profesionales del centro de salud, trabajamos, codo con codo, para hacer posible su atención sanitaria. Últimamente todo el personal del centro andamos bastante estresados con muchos aspectos de nuestro trabajo. Se puede decir que al restablecer la “normalidad” sanitaria en los centros de salud, volvemos a atenderles con las mismas herramientas de siempre, pero con una presión asistencial tremenda, amén de una burocratización desconocida. Hoy, con el permiso del resto de mis compañeros del Centro de Salud, voy hablarles de nuestra categoría: los Administrativos C-2, Auxiliares Administrativos o, simplemente, el personal del mostrador. Vaya, el personal al que usted se va a dirigir para realizar sus trámites, preguntar o exigir como Dios manda. Somos, en definitiva, la primera cara desmejorada que va a ver usted cuando entre en el centro de salud. La “entrada del sistema” nos llaman; un sistema con sus fortalezas pero también con sus deficiencias.

No hace mucho tiempo, charlando con mi hermana, me contaba que la gente, al hablar de nosotros, los Auxiliares Administrativos, “echaban sapos” por la boca, “que no cogíamos los teléfonos”, “que no resolvíamos nada”... Bueno, al acercarse usted al mostrador, y tras la barrera transparente “anti-aerosoles” se va a encontrar con un personal con bata blanca; una especie de robot-malabarista de papeles (Administrativo C-2 de 2, podrían llamarnos), receptor de llamadas telefónicas y “cantante amateur” de opereta que intenta comunicarse con usted tras el metacrilato sin comunicador. Todo ello, consecuentemente, crea un ambiente enloquecedor por intentar hacernos entender: nosotros vociferándoles, ustedes chillándonos, nosotros lanzando aullidos a nosotros mismos... Pero, bueno, no todo es malo, el eterno ring-ring del teléfono, que es imposible coger mientras que atendemos largas y largas colas, a mí me está sirviendo para enmascarar mi tinnitus.

Ahora en serio. ¡Ay! se me olvidaba decirles, que no hace mucho tiempo, podía ver usted algún papel lloviendo y dirigido a nosotros, desde el primer piso, porque algún médico no tenía tiempo de bajar el documento. Venga, al asunto.

A la pequeña introducción de la primera impronta de usted hacia nosotros, sería interesante añadir algunos aspectos más: la atención telefónica versus atención presencial; la inquietud de ustedes por ser vacunados contra el Covid; la falta de personal por jubilación, enfermedad o por defunción y el consecuente “aterrizaje” de profesionales eventuales hasta la cobertura definitiva por otros fijos; la ansiedad que nos provoca ver y atender las interminables colas; la impotencia de explicarles por qué, ante las acumulaciones de los médicos, usted va a ser atendido cada día por un médico distinto si el suyo ya no está; la sobre-saturación de las agendas médicas, pediátricas, de enfermería u otros programas (si no se han suspendido, claro); el ser testigo de cómo sus patologías se desatienden con frecuencia o intuir la posible aparición de enfermedades, que están a la vuelta de la esquina, por la lentitud de las pruebas diagnósticas y la demora de las especialidades médicas; la impotencia de no poderle explicar por qué no le han llamado todavía para operarse...

Y sigo con la conciencia de otras circunstancias:

Sabemos, ante un posible contagio del virus, de la angustia de ustedes por no tener una pronta consulta médica o de no saber fecha y hora para la prueba de antígenos o PCR -aunque esto ha mejorado bastante últimamente-. Nos hacemos la idea, porque mucho de nosotros lo hemos sufrido, de la incertidumbre del aislamiento. Y bueno, si ya son positivos ni les cuento: padecimiento leve-moderado de la enfermedad o ingresos hospitalarios en caso de gravedad, con recuperación con o sin secuelas físicas y/o mentales. O la propia defunción, que incluso hace todavía mella entre nosotros mismos (los profesionales de la salud). Por otra parte, no olvidamos el aumento exponencial de las derivaciones a salud mental.

Este que les escribe no se puede quejar porque, después de la que está cayendo, tiene un trabajo. Tampoco pretende compararse con otros trabajadores esenciales o no esenciales (y no digamos los desempleados); solo deseo que comprendan la situación por la que está pasando nuestra categoría profesional (Auxiliar Administrativo) en un centro de atención primaria. Una categoría profesional que no solo coge el teléfono o le cita para el médico o el especialista. También llega a situaciones de estrés, porque en la misma jornada laboral, tiene que realizar otras tareas administrativas: desconvocar agendas, citarles a ustedes para que se vacunen, hacer posible su derecho al médico, organizar archivos, hacer posible sus derechos sanitarios o de protección de datos...; o simplemente responder a las peticiones de otros compañeros sanitarios. Ya ni siquiera les voy a profundizar algunos problemas de nuestra categoría profesional: la carrera profesional, la promoción interna o el pasar a la categoría de administrativo (acuerdos incumplidos desde 2006).

Atrás quedaron los primeros días de la alarma Covid con la indefensión y demás improvisaciones en nuestro puesto de trabajo (falta de mascarillas y gel, ausencia de pantallas protectoras...). Hoy por hoy, ha recaído casualmente en nuestra categoría profesional la función de informarles acerca del estado de su vacunación. Una información que nos llega a cuentagotas en unos casos, y en otros en forma de noticias cambiantes. Somos, con frecuencia, los captadores de una onda-comunicación emitida con retardo desde la otra orilla.

Fin:

Nos gusta servirles, en todo caso, hasta que la robótica nos sustituya total o parcialmente algún día. La mayoría de nosotros, sobre todo en Atención Primaria, buscamos satisfacer sus necesidades (aunque de vez en cuando se encuentre usted con un administrativo “saborío” o incompetente)

¡Ah, por último! Qué bueno que los políticos y demás administradores, cuando se refirieran a los sanitarios, ya que está tan de moda el lenguaje inclusivo, emplearan con más solidaridad la expresión “profesionales del sector sanitario”. Nuestra profesión, como otras tantas, forma parte del mismo barco. Y, si no, acuérdense del Titanic: no encontraban unos simples marineros la llave del armarito donde estaban unos prismáticos y, por ello, no pudieron ver el iceberg. Sabemos que todos somos piezas esenciales, pero a los administrativos y demás personal de gestión del S.A.S nos gustaría escucharlo con más frecuencia.