Veo a Alejandro Sanz abriendo en el día de ayer la Cumbre del Cambio Climático y me emociono, sinceramente, porque se podría dedicar solo a forrarse con sus bonitas canciones y que le den a todo lo demás. Pues no, es guapo, rico y, además, un ciudadano modélico que quiere dar ejemplo de civismo y hombre preocupado por el medio ambiente. Seré buen chico y voy a contaminar menos en mis conciertos, pero enseguida lo sacaron en Twitter conduciendo un barco a toda pastilla, quemando diesel con cara de estar pensando en decirnos no os vayáis a comprar un bicho de estos, que contamina tela, ni un jet privado o un 4x4 de cinco mil kilos de peso y un camión de la Campsa detrás. Pisando fuerte. No es que no crea en la buena voluntad y la sinceridad de los artistas ricos, como Sanz o Bardem. Es que se meten en unos fregados increíbles, porque nadie hubiera echado de menos ayer al cantante en esa cumbre de Madrid. Pero ya que vas, entra antes en Instagram y elimina el vídeo del barquito a toda popa grabado con un móvil de más de mil euros y batería de litio. Ser famoso y rico se está poniendo feo en España, porque a los cinco minutos de dar a entender que te preocupa el medio ambiente, entras en las redes sociales y, además de estar poniéndote verde hasta el lucero del alba, te han sacado ya lo que le costaron a tus padres tus primeros pantalones vaqueros de algodón, que por cierto se necesitan 3000 litros de agua para fabricarlos. Ahora van a vigilar al músico las veinticuatro horas del día para ver cómo viaja, qué come, qué zapatillas se compra o con quién comparte los chuletones de un kilo, para lo que se precisan 15.000 litros de agua. Menos mal que ha dicho que va a estudiar la cantidad de CO2 que producen sus conciertos, para rebajarlo todo lo humanamente posible. De la contaminación acústica no dijo nada, claro. El corazón partido. Y es que Greta ha puesto de moda lo de ser ecologista, algo que tiene una fuerza social y política tremenda en nuestros días, de ahí que algunos artistas busquen buena imagen y se pongan la ropa de faena para meter la pata hasta el corvejón. El ecologismo es muy antiguo, de hace siglos, pero ahora viste mucho y vamos a asistir a espectáculos dignos de verse. Había que ver el otro día al actor de izquierdas Javier Bardem llamando imbécil al alcalde de derechas de Madrid envuelto en ropajes de cambio climático y con un todo terreno de 100.000 euros esperándole, arrancado y todo, por si lo perseguían los majaras de Vox. No somos más catetos porque no cotiza en Bolsa.