Pasa la vida

Antonio, Antonio, y cien veces Antonio

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
18 abr 2021 / 09:45 h - Actualizado: 18 abr 2021 / 08:14 h.
"Pasa la vida"
  • Antonio, Antonio, y cien veces Antonio

Gracias, Rubén Olmo. Gracias, Ballet Nacional de España, Teatro de la Maestranza y Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Habéis conseguido materializar, en el peor momento posible, un reto artístico con ribetes de acontecimiento cultural. Y con fuste de imperativo ético. Porque el patrimonio coreográfico e interpretativo de Antonio Ruiz Soler no podía seguir más tiempo recluido en el olvido. Todo el baile español, y todo el baile flamenco, han de estar eternamente agradecidos por el salto de calidad que les propulsó Antonio para auparlos a la primera división de la danza internacional. En concepción escénica, en técnica, en estilización, en repertorio, en dignificación. Nunca se había vivido en el Teatro de la Maestranza tanta apoteosis con tan reducido aforo posible de espectadores. 100% de arte para un 30% de butacas disponibles. Antonio, Antonio, y cien veces Antonio. El estreno del espectáculo que recupera algunas de sus obras maestras con motivo del primer centenario de su nacimiento en Sevilla está deparando noches de emoción que las mascarillas no pueden disimular.

Artistas, técnicos y gestores de teatro, ballet y orquesta han sido capaces, en muy pocas horas, de resolver toda la intendencia para duplicar de dos a cuatro el número de días en los que representar el 'Centenario Antonio Ruiz Soler' y así adaptarse al súbito cambio de normativa autonómica para recortar la ya recortada cantidad de personas que podían estar a la vez dentro del Maestranza, diversificando en cuatro fechas la afluencia de quienes habían adquirido las entradas. Los diversos colectivos de profesionales de la cultura están demostrando, con seriedad a rajatabla, cómo ser ámbitos seguros en la prevención de los contagios de coronavirus. Muchos meses de trabajo, preparativos y ensayos se hubieran ido al traste. Si Antonio levantara la cabeza, habría que contenerlo para que no se los comiera a besos.

La recuperación de sus ballets y de sus solos, aunando baile en puntas, castañuelas, danza cortesana, escuela bolera, folclore gallego, zuecos, flamenco de martinete o de bata de cola y mantones, música clásica, soprano, sevillanas y aires de musical hollywoodiense, permite ratificar que Antonio fue moderno a la vez que auténtico. Innovador mayúsculo desde su raigambre de niño prodigio que causaba sensación en su vida de barrio junto a la Alameda de Hércules cuando el bulevar era la mayor cantera del arte jondo. Antonio fue tan grande que teatros inalcanzables para la mayoría, como la Scala de Milán, le abrían las puertas para que representara su ballet español. Y lo aclamaban como danza sobresaliente.

Les garantizo que esto no es chauvinismo de paisano. Como tampoco lo es en el caso de Rubén Olmo, también sevillano, director del Ballet Nacional de España. La gran paradoja es que Sevilla no le ha dado a Antonio el rango de figura de nivel mundial en su elenco de personajes del siglo XX. Si hubiera nacido en la era de internet, sería el Antonio Banderas del panorama cultural español. Para que tengan mejores referencias sobre lo que hizo y lo que nos ha legado, tienen fácilmente a su alcance en Radio Nacional de España a la carta el programa 'Documentos' dedicado a Antonio como 'El Paganini de la danza', elaborado por Olga Baeza. Y en Canal Sur Televisión a la carta disfruten del reportaje de Inmaculada García en 'Los Reporteros', y véanlo bailar en Estados Unidos a lo Gene Kelly en imágenes de technicolor de hace setenta años. No esperen a que a Netflix se le ocurra revivirlo y convertirlo en mito.