Viéndolas venir

Antonio Machado y sus caminos

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Álvaro Romero @aromerobernal1
22 feb 2020 / 17:47 h - Actualizado: 22 feb 2020 / 17:49 h.
"Viéndolas venir"
  • Antonio Machado y sus caminos

Cada 22 de febrero, aunque por aquí no apriete el invierno tal y como lo hacía en los Pirineos en 1939, sino que esta primavera milagrera nos regala estos días azules y este sol de la infancia, nos acordamos de Antonio Machado Ruiz. Es inevitable no recordar al poeta que mejor nos ha comprendido como españoles, al filósofo que más ha valorado la sabiduría honda del pueblo y que ha sido más capaz, con estos mimbres, de construir una obra imperecedera que va del siglo XIX al XX, del Modernismo a la poesía contemporánea, de la Generación del 98 al imprescindible regeneracionismo que siempre está por empezar, o por donde lo dejamos, deshilachado de esperanzas nuevas...

Machado no inventó ninguna metáfora, sino que las recogió de la tradición española y aun europea, pero con ellas construyó símbolos auténticamente machadianos. Quizás el más potente de todos -al margen de la tarde, la fuente y esa gramática tan personal y arbórea- sea el camino. El camino como sendero vital, como cauce plurisignificativo que recogía lo mismo las aguas manriqueñas que las del Duero de la Iberia sobre la que su remanso poético acabó precipitado hacia la universalidad que supone la eternidad de su palabra en el tiempo.

Hoy Antonio Machado es siempre todavía. Aunque su cuerpo continúe bajo aquella lápida de Colliure, o precisamente por eso, tan conocedor y profeta como era del “españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios, / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. Porque las Soledades que supo agavillar en su primer poemario se colocaban en el íntimo epicentro del existencialismo clásico y del que estaba por venir; sus Campos de Castilla quintaesenciaban la Historia del paisaje y el paisanaje de esta España tan nuestra y tan profunda; y sus Nuevas Canciones siguen siendo recurrentemente nuevas en la voz que las enuncia como si fueran, siempre, efectivamente nuevas. Antonio Machado traza un camino que es tan largo como el de la tradición poética y filosófica de Occidente y tan ancho como la propia vida, sobrada de oportunidades para recordarnos en octosílabos: “Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar”.

Menos mal que su palabra recurrente nos sigue salvando de la recurrencia de tanta barbarie.