Opinión

Manuel Bohórquez

Antonio o el centenario de un genio

Antonio o el centenario de un genio

Antonio o el centenario de un genio / Manuel Bohórquez

El pasado viernes vi un reportaje sobre Antonio Ruiz Soler en Canal Sur, en Los Reporteros, con motivo del centenario de su nacimiento en Sevilla, la ciudad que se olvidó de él, del más grande del baile y la danza. Se habló del congreso que se va a organizar en su honor y me quedé de piedra cuando supe que lo organizará la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Sevilla. ¿Existe esta cátedra? Por tanto, al frente de la organización estará don Rafael Infante, director o presidente de la cátedra fantasma. ¿Está preparado don Rafael para organizar ese congreso? Ni en sueños, pero da igual, Sevilla es así para estas cosas del arte flamenco.

En 1986, con motivo del Concurso Nacional de Córdoba de ese año, estuve como periodista invitado y allí conocí al gran Antonio y pude hablar con él a diario en Casa Salinas, el restaurante de la Judería al que íbamos cada día a almorzar. Cuando el maestro hablaba de Sevilla había casi siempre amargura en sus palabras, salvo cuando se refería a la Alameda de Hércules y al ambiente que tuvo esa parte de Sevilla cuando él era niño y se desvivía por ver bailar a La Malena y La Macarrona, a Fernanda Antúnez, Ramírez o un bailaor cojo, Agustín el Rulo, que bordaba la farruca cuando se emborrachaba y “dejaba de ser cojo”.

El centenario de su nacimiento podría ser una buena oportunidad para que Sevilla pague por fin su deuda con el gran artista. Algo se ha hecho en su honor, como aquella muestra de su legado que la Bienal organizó en el Casino de la Exposición. Y poco más. Ojalá se puedan ver por fin todas sus cosas, las que compró la Junta de Andalucía y que llevan veinte años guardadas en cajas en el Centro Andaluz de Flamenco, esperemos que bien almacenadas. Y ojalá sepan organizar unas buenas jornadas de estudio sobre su vida y obra, que es lo importante de verdad cuando se pretende dar valor a una figura de su talla artística y humana.

Falta también una buena biografía de Antonio, la definitiva, que cuente su vida vista desde este tiempo y que analice su magna obra también desde la óptica de esta época, la mejor para esa labor por los medios que hay para buscar en la prensa mundial y en los archivos ya digitalizados. No es que ponga en duda que vayan a hacerle justicia de verdad al insigne artista. Es que estoy totalmente seguro de que no será así porque conozco el paño y sé cómo es Sevilla para estas empresas, al menos la Sevilla flamenca, esa de la que Antonio desconfiaba porque vio, de niño, cómo se murieron de asco las grandes figuras a las que adoró en aquella Alameda de oro.

En el extenso reportaje de La Nuestra, creo que no sonó ni una sola vez el nombre de Antonio Mairena, el mejor cantaor para el baile, según Antonio, quien lo fichó para su compañía por recomendación de Juan Valderrama. “Nunca fue tan flamenco mi baile”, me dijo en Casa Salinas delante de Fosforito y Emilio Jiménez Díaz. Canal Sur, siempre tan despistada.

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