Resulta grotesco lo que está sucediendo en el lodazal en el que se han convertido las redes sociales. Si alguna vez hubo un paraíso para idiotas debió parecerse mucho a la Internet. Hasta el más ignorante, el más capullo o el malvado de manual, tienen espacio para decir y difundir bulos, noticias que solo buscan el destrozo social o gilipolleces de cosecha propia que no hay por dónde cogerlas.
Antonio Resines está ingresado en un hospital madrileño por Covid-19. Parece ser que está vacunado (2 dosis) y que padece algunas dolencias anteriores que le convirtieron en persona de riesgo frente al coronavirus. Y lo único que hay que hacer es esperar que se recupere pronto y bien, que salga de esta sin problemas. Utilizar la enfermedad del actor para enfangar más el asunto de la utilidad de las vacunas o para sembrar de dudas sobre algo que se ha convertido en una evidencia (las personas tienen muchas más posibilidades de sobrevivir estando vacunadas que sin estarlo) es miserable y debería pararse de alguna forma.
Las redes sociales son el altavoz de, por ejemplo, sujetos que no terminaron los estudios elementales y vierten su opinión sobre la eficacia de las vacunas sin rubor, discutiendo a los científicos su labor. Leen un artículo en la Internet que les convence y la repiten para parecer más listos. Por supuesto, son ridículos y patéticos porque no saben de lo que hablan. Defienden que las vacunas no son eficaces al 100 por cien sin saber (porque no lo saben) que las vacunas que administramos a los niños recién nacidos tampoco lo son y podrían causar efectos adversos en la criatura; o que cualquier medicamento puede causar algún problema. Dicen eso mientras se meten una dosis diaria de dióxido de cloro para estar a salvo. Más tonto y se nace botijo. Eso sí, cuando ingresan en las UCI’s dejan que les administren lo que sea para salvar la vida. Algún día sabremos lo que cuesta que no se vacunen algunos que se ponen malos e ingresan en la UCI. Si tuvieran que pagar la factura otro gallo cantaría.
Las redes sociales son el altavoz de los famosos venidos a menos que siguen buscando una cámara que ya nunca les busca a ellos. Sueltan barbaridades (no entiendo cómo es posible que los medios de comunicación les dé un solo minuto de importancia) y se quedan tan pichis. El daño que hacen es brutal y su ignorancia sobre los asuntos científicos es pasmosa.
Y las redes sociales son altavoz, también, de los que de forma sensata y razonada prefieren no vacunarse y tomar medidas distintas para evitar contagios. Hay que entender todo tipo de posturas ante algo así, pero no se puede hacer lo mismo ante todo tipo de espectáculo de garrulos e indigentes culturales.
Por su parte, el espectáculo que dan algunos medios en busca de las visitas en su web es lamentable. Los periodistas buscan titulares sensacionalistas para ganarse el sueldo y olvidan que de lo que se trata es de informar o de opinar (como es el caso del que escribe). Se está perdiendo la esencia del periodismo y el peligro que eso supone es muy considerable.
Estamos inmersos en la tormenta perfecta. Y todo solo puede ir a peor. Mientras dejemos que cuatro papanatas sigan con la cantinela del ignorante para parecer listo y se lo sigamos comprando, estamos apañados.
Pues eso, que espero que Antonio Resines se ponga bueno lo antes posible y que nadie se atreva a utilizar su nombre para ahondar en su propia idiotez y hacerla pública.