Viéndolas venir

Asco de tanto racismo

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Álvaro Romero @aromerobernal1
31 may 2020 / 17:24 h - Actualizado: 31 may 2020 / 17:27 h.
"Viéndolas venir"
  • Asco de tanto racismo

La imagen se ha grabado en nuestra retina y es posible que se convierta en uno de esos iconos indeseables al estudiar el racismo que no cesa. Un hombre negro ha muerto en EEUU porque un poli blanco le estranguló la garganta durante diez minutos. El motivo, al parecer, era una minucia que, de tratarse de una persona de otro color, seguramente se hubiera resuelto administrativamente. Pero da igual. No hay justificación para matar a un hombre desarmado. Diez minutos presionando la garganta de un ser humano hasta que deje de respirar son 600 segundos soportando el peso de la historia de su parte para aniquilar a quien tiene todo que perder, incluso la vida.

600 segundos escuchando al desgraciado que no puede respirar, que va a morir, que por favor, que ya basta, son demasiados segundos para no conmover a quien se sabe a salvo porque el racismo histórico de su país construido sobre el dolor de la inmigración lo ampara. 600 segundos no para recordar la insoportable historia de desigualdad de un país que presume de democracia pionera, con el sueño de Luther King en el horizonte, la cabaña del tío Tom en la memoria y la determinación de Rosa Parks en el autobús, sino para subrayar que el racismo absurdo se balancea al mismo ritmo de su condición paleta, tantos siglos después. Da escalofrío pensar por un momento en la frialdad del agente al retirar finalmente su rodilla del cuerpo flácido pero sudoroso, vencido, rendido, abandonado por la tensión de supervivencia de una res en el matadero.

Parece que han retirado del cuerpo a los agentes, y querrán con ello cicatrizar una herida imposible de cerrar. Porque son muchos siglos ya en la lucha, en el compromiso por la igualdad, en la evidencia de que hay una sola raza auténtica llamada humanidad. Se ha derramado mucha sangre y el fascismo, a un lado y otro del mundo, se ha cobrado demasiadas víctimas inocentes para un aprendizaje tan lento, tan intermitente, tan inapreciable, ahora que en pleno siglo XXI se sigue alimentando el discurso del odio, de la diferencia, del privilegio, de las fronteras, los muros y el clasismo. El racismo sigue golpeando exclusivamente a los pobres, a los desheredados, a los desamparados, desarraigados, desgraciados que están ahí para que los otros se sientan fuertes, inmunes, superiores.

Lo peor es que estos modos -desprovistos de drama- siguen siendo un referente en el primer mundo. Y que el asco se desvanecerá demasiado pronto.