Que en cualquiera de las universidades españolas cedan espacio a los asesinos etarras aludiendo a la libertad de expresión es, sencillamente, un insulto a la inteligencia de casi todos los españoles.
El que fue preso etarra, Ramón López de Abetxuko, habló ayer en el campus de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) de Vitoria. Esto lo organizaba la red de apoyo a los presos de ETA, Sare. Una preciosidad.
Ramón López de Abetxuko salió de prisión hace unos meses tras cumplir 29 de cárcel por los asesinatos de Eugenio Lázaro, jefe de la Policía Municipal de Vitoria, y de Jesús Velasco Zuazola, jefe de los Miñones de Álava. Una alhaja de tipo.
Lo que quería comunicar es el miedo que pasan los presos etarras en sus celdas porque están solitos, es la angustia que pasan esos individuos porque están pachuchos. Y, claro, no hay derecho a que nadie sufra pudiendo estar con los amigos tomando unos vinos.
Y los jóvenes que escuchaban podrán creer que esta gentuza es capaz de mostrar empatía con el enfermo, preocupación con el prójimo. Porque si les cuentas eso en la universidad nada hace pensar que sea falso. La universidad es la universidad, coño.
Presentar a este tipo de asesinos en la universidad es lavar la cara al asesinato, a la violencia, a la falta de escrúpulos. Lo que hay que recordar a los jóvenes españoles es que los que pasaron miedo fueron los que estaban en el punto de mira de la banda criminal ETA, que los que pasaron miedo fueron los niños supervivientes en los atentados que destruían casas cuarteles (no todos puesto que algunos de esos niños morían en el atentado). Lo que hay que explicar a los jóvenes españoles es que un grupo de mafiosos sembraron de plomo y regaron con sangre las calles de las ciudades españolas en nombre de una lucha armada que no tenía sentido alguno. Lo que hay que explicar a los jóvenes es que alguien que dispara a la nuca a otro ser humano es un asesino cobarde y punto.
Es una vergüenza. Sin paliativos. Una vergüenza insoportable.