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Asumiendo retos

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02 feb 2020 / 07:24 h - Actualizado: 02 feb 2020 / 07:24 h.
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Apenas faltaban unos metros, acababa de pasar el cartel que anunciaba los 21 km, la rodilla izquierda me llevaba molestando desde hacía 3 km atrás, tenía las manos heladas, mis zancadas ya eran cortas, hacía ya un buen rato que había perdido velocidad, los pinchazos en las cervicales eran un recordatorio constante para que retomase mi postura erguida, los gemelos me quemaban, mi boca estaba seca... Pero mi enfoque y mi concentración se mantenían, ancladas en mi propósito: terminar la carrera. Entonces... ¡¡ví el arco de meta!! y, sin saber de donde saqué las fuerzas, apreté el paso y pegué un sprint final, cruzando el arco de llegada con las manos alzadas, en evidente gesto de victoria, gritando en mi interior: "¡¡Lo conseguí!!", el único reflejo exterior de aquella proclama era una amplia sonrisa que alcanzaba a verse incluso a través de la niebla... Tal era mi nivel de concentración que ni siquiera escuché los gritos de ánimo de Alonso, mi chico, que se encontraba en ese momento junto a la meta, la capacidad humana es alucinante... Alcé la mirada, el marcador hablaba claramente con sus enormes dígitos rojos: 2 horas y 39 minutos, fue el tiempo que tardé en completar mi primera media maratón.

He empezado esta historia por el final porque quería trasladaros la emoción, la satisfacción y el esfuerzo que me supuso llegar a ese momento... Y es que el pasado domingo, 26 de Enero, corrí con éxito mi primera media maratón, la EDP media maratón de Sevilla.

Cabeza, corazón y capacitación

Me gusta asumir retos, la experiencia me dice que la dificultad estimula la capacidad y funciona a modo de locomotora de la visión, pues cuando el corazón y la mente se sienten ilusionados, se agudiza el enfoque, se mejora el nivel de atención y se afronta el desafío como el campo de juego de la superación.

Los retos nos llevan a progresar. En el caso concreto de la media maratón, mientras la corres, llegas a la conclusión de que es una metáfora de la vida. Al ser la primera vez que realizaba la carrera, estaba la tentación de dejarse llevar por los nervios, las ganas, así como por la marea de los más de 10.000 corredores que tenía a mi alrededor, pero yo tenía bien claro mi contrato interior: había que llegar a la meta, cosa que no hubiera sucedido si hubiese arrancado a tope, dándolo todo. Había que empezar con ganas, sí, pero siendo bien consciente de que quedaban 21 km por delante y por tanto, había que dosificar las fuerzas, lo inteligente era llevar una estrategia de carrera. Cabeza, corazón y capacitación debían trabajar en equipo para disfrutar de la satisfacción que supondría cruzar el arco de meta.

El pistoletazo de salida

Ése instante del arranque es básico. Ahí empieza a dictaminarse si vas a correr tu carrera o la de los demás (cosa que podría pasar si te dejas llevar por el ritmo de la masa). Hay que tener claro que cada uno corre su carrera, el ritmo que le va bien a uno podría perjudicar al otro (por ser demasiado rápido o demasiado lento) por lo que si verdaderamente quieres disfrutar de la experiencia, repítete con insistencia: voy a mi propio ritmo.

Parece algo sencillo pero os puedo asegurar que para un espíritu impulsivo y competitivo como el mío, no lo es tanto. Cuando ves a los triatletas dando esas zancadas olímpicas, notas como pasea por tu mente la tentación del "¿y si pruebo yo?", entonces sacudía mi cabeza y pensaba: "no... por ahora, en este momento no estoy preparada para ese ritmo" y ¿si lo hubiese intentado?, probablemente la historia habría terminado en abandono o lesión. Ir a tu ritmo es una prueba de inteligencia, humildad y capacidad, supone estar preparado para que otros te puedan adelantar y asumir el hecho con naturalidad, cambiando la sensación de "me estoy quedando atrás" por "¡qué más da, si mi objetivo es disfrutar!". ¡Qué importante es seguir tu propio ritmo en la vida!

Entreno, conocimiento del terreno y diálogo interior

Dos aliados clave para tu victoria: el entrenar y el conocer donde estás. No puedes asumir un reto importante (como una media maratón) sin haber entrenado nada (yo tengo que reconocer que, al haber sido la carrera poco después de Navidad, no seguí mi rituna de entrenamiento habitual, vamos, que debí entrenar más). Lo que hubiera sido una locura hubiese sido apuntarse a hacer 21 km si ni siquiera se completa una carrera de 10 km. Conocer tu capacidad (y desarrollarla) es un fidedigno predictor de hasta donde puedes llegar.

El conocer el terreno también resulta básico para mantener el rumbo. De hecho, la mañana de la carrera hacía una niebla que te parecía que, en cualquier momento, la gente se iba a arrancar al grito de "¡Thriller!" en plan Michael Jackson porque aquello daba casi miedo y, si no conocías bien el terreno, tu progreso corría el peligro de echar el freno, porque te perdías.

Tener claro cuál era el viario de la carrera también me ayudó a plantear mi estrategia mental. Cuando un objetivo es grande (como los 21 km) lo mejor que puedes hacer es "engañar" a la mente fraccionándolo para hacerle creer que es más pequeño. En mi caso, me planteé la carrera como 4 etapas de 5 Km, de modo que cuando llegué al kilómetro 5 me decía: "¡bien, primera etapa completada! ¡vamos a por la segunda!", ese diálogo interior puede parecer una tontería pero te puedo asegurar que no lo es... ¿Te suena la máxima "divide y vencerás?" te aseguro que es verdad.

Mis tanques de nitro...

Hay kilómetros físicos y kilómetros mentales, sé que logré terminar la carrera gracias a la disciplina mental y al diálogo interior. ¿Recuerdas las carreras de coches de "The fast and the furious" cuando activaban los tanques de nitro para que el coche pegase un buen acelerón? pues cuando el físico empezó a fallarme, conté con dos tanques de nitro: mi diálogo interior y Alonso (mi chico) quien corrió su propia carrera para ir a verme en distintos puntos del recorrido, acercarme agua, motivarme, hacerme fotos... ¡Gracias a ti corrí más que Dominic Toretto!

Conclusión: Es bueno superar los miedos y asumir retos, pero recuerda, siempre con cabeza, corazón, capacitación, a tu propio ritmo, conociendo el terreno, sin olvidar el entreno y cuando sientas que estás perdiendo gas... ¡tanques de nitro y a disfrutar!