Viéndolas venir

Avances en la deseducación

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Álvaro Romero @aromerobernal1
30 sep 2020 / 18:03 h - Actualizado: 30 sep 2020 / 18:04 h.
"Viéndolas venir"
  • E.P
    E.P

Cada vez que los políticos se meten en faenas educativas, es para tres cosas que han ido aumentando en las últimas décadas, y no hemos tocado techo aún: desautorizar al profesorado, minimizar la importancia del conocimiento y flexibilizar los criterios de evaluación para que aprobar sea solo un trámite que necesite un tiempo, nada más. Cuánto mejoraría la educación en este país si los políticos se olvidaran de ella.

Alguien podría recordarme que los políticos no pueden olvidarse de la Educación porque también la Educación, como todo, es política. Y es cierto. Pero creo que me entienden no solo los que se dedican a la Educación, pública e incluso privada, sino también quienes tienen cierto interés en que la Educación –propia y de sus hijos- contribuya en lo que pueda y deba a la dignificación de un país que se nos desmorona por la grieta mayúscula que está sufriendo todo el sistema de valores. Lo que quiero decir, por tanto, no es que la Política –así, con mayúsculas- se olvide de la Educación, pues de la decisión política de invertir en Educación dependerá esta, sino que los políticos –así, en minúsculas- renuncien a politiquear –así, también en minúsculas, y entendiendo el verbo como la rastrera acumulación de votos- con la Educación. Porque no es digno que cada vez que entra un partido distinto en el Gobierno quiera cambiar la estructura del sistema educativo; o ideologizarlo a su gusto en vez de afianzar el gusto por el conocimiento; o dedicarse a focalizar asuntos menores como si lo estructural fuera menor.

Ahora con la pandemia, tampoco es digno que se aprovechen las circunstancias para restarle importancia al esfuerzo y vaciar de contenido los currículos y relativizar las evaluaciones para contentar a cierta mayoría de padres (mayoría de votos) que siempre prefieren aprobados sin conocimiento a suspensos sobre la base de un conocimiento progresivo. Porque esa flexibilización de las evaluaciones supone, en la práctica, una flexibilización de todo: del esfuerzo de todos, de las ganas de todos, de la honestidad de todos. Y esa laxitud de lo que significa esforzarse, equivocarse, aprender de los errores, aprobar finalmente y estar satisfecho del camino recorrido daña profundamente el valor que se le da a la Educación. Por ahí empiezan todas las crisis. Y si en esta que vivimos hay aún un baluarte al que agarrarnos por encima de la salud quebradiza, de la economía quebradiza y de la política quebradiza, debería ser el del conocimiento sólido sobre el que impulsarnos en cuanto la realidad lo permita. Por eso digo que ojalá que los políticos dejaran a la Educación en paz, es decir, en manos de quienes saben de Educación, que no son ni ellos ni sus enviados.