Pasa la vida

Balcones de aplausos para escolares y docentes

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
06 sep 2020 / 08:52 h - Actualizado: 06 sep 2020 / 08:54 h.
"Pasa la vida"
  • Balcones de aplausos para escolares y docentes

La lección magistral del curso escolar cuyo uniforme es la mascarilla y cuya manualidad es el gel hidroalcohólico será impartida espontáneamente por decenas de miles de niños y niñas que necesitan liberarse de la sobreprotección y de la excesiva ración de miedos que les inculcan sus padres y madres. Maestros, profesores, psicólogos y sociólogos llevan décadas alertando en España sobre la creciente sobreprotección hacia los hijos, inercia tan perjudicial para la educación y la maduración, con la que ahora nos topamos en toda su intensidad cuando menos conviene su onda expansiva. Va a entorpecer la prevención respecto a un virus que aún no se ataja con medicamentos sino con comportamientos, con autocontrol, con inteligencia emocional, con sentido de la responsabilidad, con aprender y experimentar el civismo. Ojalá no se achanten las familias vacunadas de esa tendencia y en sus entornos se hagan notar con sensatez en este atribulado septiembre de ineficiencias e incertidumbres, donde algunas personas transforman con demasiada rapidez la natural preocupación en contagiosa propagación del irracional escapismo.

Para todo lo relacionado con el funcionamiento del sistema educativo, hemos de reactivar en un plis plas el espíritu de colaboración que en nuestra sociedad resolvió tantas necesidades y carencias cuando en primavera sufrimos a la vez el trauma de la mortandad vírica, el colapso hospitalario y el confinamiento. Cuando menos podíamos movernos, la movilización fue sensacional, en pos de que a nadie le faltara material de protección, o alimentos en su despensa, o conversaciones afectuosas para desbaratar la telaraña del aislamiento. Ahora es más fácil propiciar o formar parte de una aleccionadora dinámica colaborativa. Para la que deviene imprescindible mentalizarnos al fin en este país de que la Educación es la masa madre de nuestra vida y no una trinchera partidista. Y entender que todo el municipio es el campus donde afrontar las diversas vertientes del reto que comporta reactivar la enseñanza presencial. Dentro y fuera de los colegios y comedores escolares. En los hogares, en las comunidades de vecinos, en las vías de tráfico, en los medios de transporte, en los pabellones, en los conservatorios, en los huertos y parques, en los centros cívicos, en los museos, teatros y cines, en las rutas medioambientales, en las semanas de la ciencia,...

Los evidentes errores y miopías que causaron afrontar en peores condiciones la pandemia que se nos venía encima, no fueron óbice para asumir que ante la emergencia sanitaria era compatible criticar a los responsables políticos y colaborar con el bien común. Me gustaría percibir una actitud idéntica en el conjunto de la población cuando se trata de Educación. Asumiendo, como primera providencia, que estamos ante una emergencia educativa. Porque en el país con más paro juvenil de la Europa occidental, y con el Gobierno rogando a la Unión Europea que nos salve inyectándonos dinero, no es éticamente admisible que a la infancia y adolescencia de hoy los adultos les llenemos mucho más su mochila de endeudamiento que de capacitaciones. Y se considera insostenible a medio y largo plazo para el desarrollo de la nación en una competitividad global que el curso 2020-21 depare tanta desigualdad para enseñar y para aprender como lo vivido durante los tres últimos meses del pasado curso con las aulas cerradas desde Primaria a Universidad. Donde unos lo han aprovechado muy bien por la vía online, otros han sufrido con gran frustración la brecha digital, y se corre tupido velo sobre la falta de docencia y de aprendizaje que hay detrás de muchos aprobados firmados en junio, por ejemplo en facultades universitarias.

No hay indulto posible para el suspenso rotundo a las autoridades nacionales y autonómicas por su mala y tardía planificación del curso escolar en tiempos del 'covid'. Es pertinente exigir que cumplan todo lo que han prometido y de máxima urgencia: más docentes, más espacios, menos alumnos en cada grupo,... Pero, aunque el zafarrancho de recursos y mejoras estuviera ya implementado, y nos pareciéramos en calidad de gobernanza y eficiencia a los países que, como Dinamarca y Alemania, incluso consiguieron que el alumnado culminara el pasado curso retornando diariamente a sus aulas habituales, es indispensable compartir en cada municipio de España el criterio de que el calendario escolar solo se cumplirá si toda la sociedad da ejemplo de prevención ante el virus. Cada uno de nosotr@s podemos ser el cortafuegos o el pirómano.

La lucha por sacar adelante la actividad escolar también merece a diario balcones de aplausos que refuercen la autoestima y el tesón. Sobre todo para alumnos y docentes. También para las familias. Cada día que en cualquier colegio o instituto se consiga realizar la jornada con la inmensa mayoría de sus estudiantes presentes, ha de contabilizarse con alegría como un día más en el buen camino. Un día más para tener menos miedo. Y recuerde lo que sucedió a mediados de mayo, cuando se autorizó por vez primera a salir a la calle para pasear o ejercitarse. Numerosos padres extendieron entre los medios de comunicación y en las redes sociales la preocupación sobre lo que les sucedería a sus hijos pequeños en las calles o parques donde se movieran y jugaran. A la hora de la verdad, y en su inmensa mayoría, ese miedo se reveló infundado. Los niños y niñas se han adaptado mejor que el común de los adultos a respetar y cumplir las normas para un contexto tan distinto de socialización. Y a advertirle a sus familiares si no tenían puesta la mascarilla.

Cuidemos a los peques pero no incurramos en el defecto de impedir que se despabilen. Solo se aprende a ser una persona autosuficiente que resuelve problemas si se ejercita la toma de decisiones y la habilidad de ponerlas en práctica.