No me cabe duda que la señora Cospedal conoce perfectamente la Constitución española en lo referido a la aconfesionalidad del Estado. Es esta circunstancia la que lógicamente da un sentido político a la orden de que las banderas de España icen a media asta en los acuartelamientos «por la muerte de Cristo», como ha ocurrido esta Semana Santa. Cada vez que puede, la derecha española tiene la tendencia a no dejar en el baúl de los recuerdos el nacional-catolicismo al que puso fin nuestra Carta Magna y se pasa por el forro el derecho fundamental de que «ninguna confesión tendrá carácter estatal». En este asunto es importante destacar que la aconfesionalidad es un derecho que viene a garantizar la libertad religiosa en la plural sociedad española y esto es lo que parece que le escuece a una parte importante del partido en el gobierno uniendo catolicismo y Estado.
Que el gobierno se salte un derecho fundamental es muy grave, como lo es el hecho de querer fomentar un cierto supremacismo católico amparado en la tradición. Llama la atención la coincidencia en este asunto con la ultraderecha europea o con los supremacistas blancos de los que se ha rodeado Donald Trump que cada vez con más descaro hablan de la supremacía del cristianismo en Europa y América como elemento de exclusión del resto. Hace pocos días el PP catalán, respecto a la acogida de refugiados que huyen de la guerra, defendía en Barcelona la prioridad de acogida de refugiados cristianos... Lo dicho; los derechos fundamentales en materia de libertad religiosa pasados por el forro del nacional-catolicismo.