Los medios y los días

Betis, no apto para cardíacos

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25 abr 2022 / 04:00 h - Actualizado: 25 abr 2022 / 04:00 h.
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  • Joaquin Sanchez celebra el título. / AFP7
    Joaquin Sanchez celebra el título. / AFP7

El año que viene cuando el Betis gane otra copa, sea del Rey, de la UEFA o de Champions, que no hay que colocarle fronteras a la providencia, a ver si puede ser sin llegar a los penaltis que el corazón hace cosas imprevistas y además a algunos ya se nos va poniendo blando en todos los sentidos. Por mi edad, he tenido el honor de vivir las tres copas reales: la de 1977, 2005 y 2022. Podría afirmar que ya puedo morirme tranquilo en este aspecto de mi afición por el Betis, pero eso sería apuntarme al manque pierda y espero contemplar otros trofeos. Tras la copa de 1977 y ésta de ahora me parece que mi corazón está preparado para cualquier cosa. La de 1977 fue peor para la salud que la del estadio de La Cartuja, eso de que hasta los porteros se tiraran un penalti el uno contra el otro fue un acontecimiento y una prueba cardíaca de fuego. Iribar falla ante Esnaola y Esnaola bate a Iríbar. Pulsaciones a doscientos por minuto, pero bien está lo que bien acaba. Lo del sábado pasado fue menos tenso y sin embargo también tuvo lo suyo.

La liga que logró el Betis en 1935 no alcancé a disfrutarla, yo estaba por aquellos tiempos en el mismo lugar en el que estaré cuando me muera, allí tienen ustedes su casa. El Betis gana una liga a las puertas de la guerra civil, baja a tercera en 1947, pleno franquismo, y vence en el primer trofeo de la época democrática, cuando la Copa del Generalísimo pasa a llamarse Copa del Rey, tras esa maniobra lampedusiana llamada Transición, una vez que Santiago Carrillo acepta la bandera, la monarquía y el himno y a cambio el PCE fue legalizado. Los políticos franquistas de Las Cortes ya se habían hecho el haraquiri. El Betis tiene dos copas del padre y una del hijo, dos del que ahora es emérito por méritos propios y una del hijo que tan guapo iba, siendo príncipe, en las Olimpiadas de 1992 en Barcelona, con su bandera y su sombrero, admirado por mucho personal, en especial femenino. Me acuerdo de cómo estaban algunas madres en mi barrio en aquel entonces. Entusiasmadas con el muchacho.

El presidente de la Junta, Moreno Bonilla, estaba junto al rey, y, perdonen mi elucubración, en alguna ocasión pensé si de verdad deseaba que ganara el Betis, dada su condición de malagueño aunque naciera en Barcelona. ¿O es que acaso en la llamada capital de la Costa del Sol y también autoproclamada capital económica de Andalucía no habrían más de uno y más de dos que deseaban que el Betis cayera frente al Valencia? ¡Pero si los teníamos entre los mismos sevillanos del Sevilla! En otra cosa no, pero, en fútbol, Sevilla está muy delante del resto de Andalucía y he visto que, a pesar de ello, en lugar de alegrarse, bastante ciudadano andaluz le pita al Sevilla y al Betis en los trofeos de verano cuando juegan contra un equipo extranjero. Supongo que a nuestro presidente no le ocurrirá eso, está repartiendo bien el juego entre ciudades aunque en proyectos clave -que no en realidades- Sevilla posee el dudoso honor de ser capital de Andalucía en el apartado de ciudades de su categoría líder en proyectos non natos, Proyectópolis. Ni el PP ni el PSOE han logrado aún cambiarle el nombre.

Las industrias principales de Sevilla son ahora las empresas Betis Balompié y Sevilla FC. Les diré algo, en voz baja, que no se enteren los muy forofos del Betis: a mí me hubiera gustado que el Sevilla ganara la liga y que el Betis se llevara la copa. España, vestida de sevillanía futbolera. Dinerito, dinerito e imagen para la ciudad. El Betis ha cumplido, el Sevilla ya es hora de que dé el salto de calidad que no pasa por ahora de ser el peor de los mejores. Si todos estos sueños pueden cumplirse con cierta tranquilidad, mejor, aunque soy consciente de que todo lo importante exige una cierta aceleración cardiovascular.