¡Bienvenido a mi SOFÁ!

Ser «falible» está indiscutiblemente unido a la esencia de la humanidad porque significa que te puedes equivocar. Seguramente te suene más el término «infalible» («que no puede fallar o equivocarse»), no es de extrañar...

Image
17 mar 2018 / 19:04 h - Actualizado: 17 mar 2018 / 21:48 h.
  • ¡Bienvenido a mi SOFÁ!

Cuando pienso en comodidad, cierro los ojos y veo mi sofá: confortable, suave, cálido, mullidito... Hay que ver lo «a gustito» que se está una tarde de lluvia, escuchando música y acurrucado con una buena manta en tu sofá. No te preocupes, esto no es un anuncio de muebles; si acaso, es un anuncio humano que puede contribuir a que tus dificultades arregles, no gastes energía en vano y, por tanto, te sientas más sano.

Mi sofá tiene ya unos años, no es perfecto pero ¡me encanta! (y a Burque, mi Collie, también) de hecho, le tengo puesta una socorrida funda color chocolate para evitar que sus pelos queden irremediablemente adheridos a la tapicería. Hoy, escribiendo estas líneas desde la calidez de mi sofá y acompañada por mi inseparable Burque, contemplo la incesante lluvia cayendo por los ventanales de mi casa y pienso: «¡vaya tela como está el día! desde luego, está lejos de ser perfecto... ¡como el sofá!» y entonces descubrí una gran verdad escondida detrás del SOFÁ: SOy FAlible.

Ser «falible» está indiscutiblemente unido a la esencia de la humanidad porque significa que te puedes equivocar. Seguramente te suene más el término «infalible» (»que no puede fallar o equivocarse»), no es de extrañar... Pues si buscamos en Google los dos conceptos, la diferencia es apabullante: 208.000 resultados para falible frente a los 6.020.000 para infalible, esto quiere decir que el mundo, en general (y las personas, en particular) nos esforzamos, muchas veces, por ir contra nuestra propia naturaleza: buscamos lo perfecto, lo infalible, lo que siempre funciona... Padecemos de «perfeccionitis» crónica, esa búsqueda continua de lo perfecto que nos lleva a esconder nuestros defectos; cuando, en realidad, estás más cerca de ti mismo, del resto de la humanidad y del verdadero significado de triunfar cuando exclamas un convencido: «¡Bienvenido a mi SOFÁ!», esto equivale a decir: « Sí, SOy FAlible y me siento cómodo con ello» (tanto como en tu sofá).

La filosofía SOFÁ te ayuda a generar comodidad y felicidad ya que contribuye a disipar el estrés que genera la obligación (en la mayoría de las veces, autoimpuesta) de ser infalible: tengo que hacer el informe perfecto, no me puedo equivocar de ruta, debo encontrar aparcamiento justo al lado de la oficina, no puedo fallar en esta presentación, tengo que llegar a «en punto», la tortilla me tiene que quedar como a mi madre... Y así se nos va la vida, sin caer en la cuenta de un pequeño pero valioso detalle: lo normal es que las cosas (y especialmente las personas) ¡fallen! No venimos en serie, como los dónuts, los humanos somos material artesano con nuestras ventajas, defectos, manías, sin manual de instrucciones; cada uno con sus pensamientos, emociones, ambiciones... Y es que las mejores lecciones las extraemos de esos momentos que llamamos «bajones», que nos dan cuando nos damos cuenta de que las cosas no nos han salido justo como planeábamos, y si dejamos a un lado la tempestad de la contrariedad, constatamos una realidad: igualmente, ¡llegamos a puerto!; ¿ves? ¡ser falible no era tan terrible como te imaginabas! no has llegado de la forma perfecta que tú imaginabas en tu cabecita, pero ¡llegaste! y gracias a las dificultades, ingentes dósis de ingenio y nuevas habilidades desarrollaste.

Si todos fueramos verdaderamente infalibles, si consiguiéramos hacerlo todo siempre perfecto, estaríamos incurriendo en el peor de los defectos: nos estaríamos conviertiendo en seres ordinarios, todos actuando de la misma perfecta manera; el trabajo, las relaciones personales, la cultura, el deporte... todo quedaría carente de aporte, pues es la imperfección la que impulsa la superación y en una sociedad donde no se da la posibilidad de que la pintura se salga del cuadrado (porque, claro, entonces ya no sería perfecto), difícilmente se habrá mejorado. Por eso ser perfecto es ordinario; el perfecto, el infalible es sencillamente vulgar (no falla, no aprende y, por tanto, el progreso, no enciende); mientras que la persona que se reconoce imperfecta y lo acepta con humor diciendo: «¡Bienvenido a mi SOFÁ! porque sí, SOy FAlible, fallo y me equivoco» es un ser extraordinario, capaz de tirar de superación en cualquier escenario. La persona que aplica la filosofía SOFÁ no pasa su vida intentando impresionar a alguien (padres, jefes, pareja, amigos, hijos, familiares...), lo que sí hace es dar lo mejor de sí misma, sin estrés ni agobios, sabiendo que como ser humano es falible, que tiene defectos, a los que es capaz de tratar con afecto y humor para ser capaz de generar valor a partir de ellos porque son «la marca de la casa», el germen de su originalidad humana y de su progreso.

Quiero aprovechar la ocasión para hacer una declaración: SOy FAlible, lo admito. Éste es mi SOFÁ, no es el mejor, ni el más bonito, pero a sentarte, te invito.