La Tostá

Billy Elliot en Cuatro Vientos

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
24 may 2022 / 07:55 h - Actualizado: 24 may 2022 / 06:24 h.
"La Tostá"
  • Billy Elliot en Cuatro Vientos

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Ayer volvió a ocurrir: lloré por enésima vez viendo una de las películas de mi vida, Billy Elliot, que vi de estreno en el año 2000, en Sevilla. Dirigida por Stephen Daldry, es la historia de un niño británico, hijo de un minero, que no quería ser del mismo oficio que su padre, ni boxeador. Quería ser bailarín de danza clásica, quizá porque heredó la pasión de su abuela por el baile. Para el padre, un minero rudo y sindicalista, que su hijo pequeño quisiera ser bailarín era un drama, pero acabó apoyándolo. Cada vez que he visto la película he llorado desconsoladamente, quizá porque me veía reflejado en el chaval del condado de Durham. Era un niño pobre, sin madre, que luchó por un sueño con todo en su contra. En su pueblo solo podía ser minero, como su padre y su hermano mayor, pero el que nace con un don no puede evitar realizarse en el arte o el deporte. Billy era un niño prodigio, un talento, con un don para mover el cuerpo al son de la música o de un palo golpeando un latón. Tenía el ritmo en las venas y una coordinación asombrosa de los movimientos. Era un genio sin saberlo y cuando su padre lo entendió vendió las joyas de la familia y el chaval pudo estudiar en una prestigiosa escuela de Londres y triunfar como bailarín. La película tiene momentos sublimes, como cuando Billy le dijo al tribunal de la escuela que cuando bailaba era “como si desapareciera”. Hay muchas similitudes entre su vida y la mía, sin que pretenda compararme. Cuando, de niño, en Cuatro Vientos, la aldea de Palomares del Río en la que me crié, leía tebeos o escribía coplillas y relatos en la libreta del colegio, de las de dos rayas, también era como si desapareciera, como si volara entre las nubes. Me emocionaba tanto escribir, que me dolía el pecho y soñaba ya con poder dedicarme a contar historias de la vida. Era el Billy Elliot de Cuatro Vientos antes de que se hiciera la película, un niño pobre viviendo en un pueblo de huertas, matos y caños de agua cristalina, pero sin libros, actos culturales y ninguna posibilidad de estudiar una carrera de letras. Era algo tan difícil como darle un beso a la cara oculta de la luna desde el fondo de un pozo. Escribo porque me crié en Palomares, en Cuatro Vientos, donde había que inventarse un sueño cada día para no morirse de tristeza. Como Billy Elliot.