Bolsonarismo en España

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14 ene 2023 / 13:53 h - Actualizado: 14 ene 2023 / 13:57 h.
  • Imagen de archivo del Congreso de los diputados. EFEJuan Carlos Hidalgo
    Imagen de archivo del Congreso de los diputados. EFEJuan Carlos Hidalgo

La intención perversa de deslegitimar a un gobierno perfectamente legítimo, es un intento de reversión violenta. Es decir: de golpe de Estado. En USA y Brasil el pretexto es el supuesto e indemostrado “fraude electoral” que algunos descerebrados llegan a creerlo sin datos ni pruebas. En España, más sofisticados, el pretexto es un gobierno de coalición, como si las coaliciones, a las que todos recurren cuando les hace falta, fueran algo contra natura. Tanto que cierta oposición que querría ocupar el poder aunque sea por métodos violentos, tacha de “golpista”, y “okupa”. Y hay otros ausente en su cabeza la masa gris capaces de creerlo a pies juntillas, sin pararse a pensar qué es golpismo, qué es “okupar”, qué el legítimo y qué ilegítimo, seguramente porque pedirles que piensen es demasiado pedirles.

El gobierno del Estado español no es “ilegal” ni nada que se le parezca por estar formado por más de un partido político ni tampoco por estar respaldado en un Parlamento multidisciplinar. Todo lo contrario. La diversidad de sensibilidades políticas presentes en el Parlamento garantiza un universo más amplio, una mayor representatividad del pueblo que los ha elegido. Es normal que en un Parlamento y un Gobierno con varias ideologías (mejor dicho sensibilidades porque las ideologías desaparecieron hace tiempo) hayan diferencias de criterio, incluso roces que puedan retrasar acuerdos. Pero todo eso no es ni remotamente ni ocupación ilegítima ni golpismo. Golpismo sí es pretender imponer por la fuerza el criterio único del partido único.

Frente y contra la representatividad de un Parlamento dónde son escuchadas y tenidas en cuenta varias voces y frente y contra un Gobierno representante de dos corrientes de opinión que precisan ponerse de acuerdo en el punto medio imprescindible, con toda la inquietud y todos los roces que eso pueda suponer, a cambio de representar a un universo mucho más amplio que el que representaría un solo partido, frente a la diversidad, el támden Feijoo-Ayuso pretende la imposición del criterio único en ominoso recuerdo a los tiempos en que tener opinión podía encerrarnos en la cárcel.

Esa política por tanto ominosa de reiterar con insistencia el llamar “okupa” y “golpista” a un gobierno plenamente legítimo porque ha sido elegido democráticamente, crea malestar en gente predispuesta a escuchar los bulos de la derecha más cerril y antediluviana. No sirve, no es de recibo que esa política sea una forma de defender sus posiciones, porque esas posiciones sí que son golpistas y totalitarias, contrarias a todo planteamiento democrático. En política hay que tener paciencia y la dignidad suficiente para reconocer que sean otros quienes han obtenido mayoría para gobernar. Sea un solo partido, sea una coalición. Las coaliciones son plenamente legítimas y todos recurren a ellas cuando las necesitan, como ya se ha dicho. Es hipocresía criticar una coalición con palabras insultantes cuando la coalición no la capitanea el propio partido opositor.

Y es más que eso: hay gente predispuesta a escuchar y seguir a una parte, que prefiere creer esas palabras que, de definir a alguien, los definiría a ellos mismos. Esa es la gente que asalta capitolios y parlamentos, estos siguen y repiten los calificativos de “okupa” o “dictadores” o “inconstitucionales”, cuando lo inconstitucional y golpista es retrasar la renovación de los órganos judiciales para tener jueces afines en esos órganos. Tengámoslo presente: si en España se produjera un asalto a las instituciones de gobierno, los responsables habría que buscarlos en los partidos de oposición actual y en sus dirigentes actuales.