‘C’est fini’ (estampas de verano, última)

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01 sep 2018 / 22:45 h - Actualizado: 01 sep 2018 / 22:46 h.

Tengo desde pequeño la costumbre de mirar la última huella que dejo en la playa. Empecé a hacerlo entonces, cuando el verano era una estación caliente en todos los sentidos. A mis espaldas no solo dejaba el mar, ya de por sí inmenso para una nostalgia pequeña, sino hermosos sueños de amor en su mayoría incumplidos. El regreso a casa en el coche familiar –atestado de maletas, bolsas, butacas y mucha gente, sobre todo esto último– transcurría en silencio, cada quien saboreando los recuerdos de lo que sabíamos tenía día y hora con punto final. A mayor la edad, mayor la gravedad con la que se veían pasar los kilómetros que separaban una vida plena al sol de las tardes de bocata en el parque. Un verano siempre era distinto a otro, demasiados días y meses en medio como para que las cosas nos esperasen tal y como las dejábamos, vano nuestro deseo de encontrarlas a la vuelta en ese punto exacto que implacablemente pasó a formar parte de nuestra memoria. Lo que tardaba el mar en borrar tu ligera huella era, y lo sabíamos, el principio de un hermoso pasado.

Ahora las cosas las vemos de otro modo, a fuerza de aprenderlo, y quizá sea por eso que nos despedimos efusivamente hasta otro año con la esperanza de que nuestro deseo se cumpla, la de que nos volvamos a reunir todos aquí, a esta misma hora, aunque en un año diferente. Porque con la edad, con el paso del tiempo, los cuerpos dejan de sufrir altibajos en su temperatura. Sabiamente supimos encontrar una constante íntima que se aproxima a eso que llamamos felicidad. No se quiere menos, pero tampoco se ansía mucho más. Tal vez sea esa la causa por la que nunca logramos afirmar con precisión qué verano fue aquel en que hicimos eso o aquello otro, y es que acaso no sea esto lo importante. Lo que nos gusta es que pasen apacibles, saber que fueron días de paz en compañía. El verano es solo una sensación, la misma que deja la sal en los labios y que tanto gusta y, extrañamente, refresca, pero que si no dura lo preciso termina resecando.

Se habla en estos días de si cambiar la hora o dejarla como está. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido retrasarlo todo en algunos días o incluso semanas, nos haría bien. Pero no resulta posible. Así que habrá que volver, ahora sí, al punto en que lo dejamos todo antes de hacer las maletas. Y son tantas cosas las pendientes, ahora que lo pienso, que voy a necesitar pronto otro verano para descansar. Lo bueno de todo esto es que el estío nunca defrauda y llega siempre como convenido. Así que gracias a todos los que habéis compartido conmigo estos días de sal y arena, hasta el año que viene. En nada, en un soplo, aparecerá David y volveremos a brindar por nosotros.