La vida del revés

Carta abierta a Santiago Abascal, presidente de Vox

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06 nov 2019 / 09:34 h - Actualizado: 06 nov 2019 / 09:46 h.
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  • Santiago Abascal. / EFE-Archivo
    Santiago Abascal. / EFE-Archivo

Señor Abascal, comprendo muchas cosas de las que usted dice y puedo llegar a intuir desde dónde llegan. Comprendo e intuyo porque siendo hijo de militar, pasé toda mi niñez y buena parte de mi juventud, pensando que un día cualquiera mi padre no volvería a casa porque le podrían haber descerrajado un tiro en la nuca. Mi hermano es militar y puedo añadir exactamente lo mismo. El miedo bloquea y el miedo hace que nos instalemos en zonas de la realidad muy complicadas; zonas llenas de odios, de rencores, de prejuicios que marcan la vida de las personas. Con el tiempo se puede escapar de esos territorios. Sé que usted ha estado viviendo el miedo y la preocupación en esas zonas de la realidad. Yo también, por eso entiendo lo que dice. Yo pude abandonar ese universo. ¿Usted lo ha logrado?

Dice que ha vivido amenazado junto a su familia. Y sé que eso es tenebroso. Pero, señor Abascal, usted se equivoca cuando se lo restriega a alguien en la cara para demostrarle que usted es así (como dice ser) porque tiene razones poderosas para hacerlo. Yerra al hacerlo porque usted es así por muchas otras razones. Yo desconozco los porqués que le dibujan, pero sí sé que usted y yo somos radicalmente distintos. No por sentir el aliento terrorista en el cuello hemos seguido el mismo camino.

Detesto ETA, lo que representó, a los que defienden la violencia con cualquier excusa estúpida. Pero yo no soy como usted, señor Abascal. Soy capaz de convivir con ellos, sabiendo que el peligro acecha y que puede aparecer a la vuelta de cada esquina. Siempre alerta. Pero soy demócrata y soy capaz de entender que las reglas del juego son, sin lugar a dudas, las mejores que conoce el ser humano. Creo más en intentar eliminar un pasado nefasto a cambio de poder ofrecer a mis hijos y los suyos un futuro mejor.

Me dicen que es usted católico. Yo creí serlo en su momento y si algo me dejó huella fue comprender que el prójimo es responsabilidad de cada uno de nosotros. Es decir, estoy seguro de que la gran meta del ser humano es cuidar del ser humano. Hemos venido a este mundo para cuidar unos de otros. Por tanto, pienso que Dios no entiende de papeles y que una persona íntegra no puede negar un trozo de pan, ni una vida esperanzadora, al prójimo. ¿Ha pensado usted lo terrible que debe ser embarcarse en una patera con un hijo recién nacido para llegar a la costa española? ¿Ha pensado usted lo desesperados que tienen que estar esos hombres y mujeres para jugarse la vida después de haber viajado en condiciones lamentables por tierras africanas? ¿Se ha puesto en el lugar de un padre sirio que trata de escapar de la guerra dejando todo lo que fue entre las ruinas de la ciudad? Yo solo espero que ni usted ni yo, ni ningún otro español, tengamos que vivir nada parecido. Y que, si eso sucede, alguien borre las líneas de los mapas.

Señor Abascal, acusa usted a todos los inmigrantes de ser el gran problema de este país. Unos son violadores, otros no permiten que los españoles vayamos a los consultorios médicos de la Seguridad Social porque lo acaparan todo... No todos son violadores y le recuerdo que los hay nacidos aquí, en España, de padres españoles, y son malos hasta el dolor (violadores, digo). El gran consumo de sanidad la acaparan los ancianos españoles. Deje de mentir, señor Abascal. Es una pena que señale a los mismos que cuidan de muchos ancianos o que ayudan a limpiar en casa de familias españolas. Le recuerdo, además, que nos harán falta miles de inmigrantes dentro de muy poco tiempo. Si queremos que nuestro sistema de pensiones sea viable alguien tendrá que cotizar, y si mira usted el índice de natalidad español comprobará que con los de aquí no habrá forma de sacar las pensiones adelante tal y como están planteadas las cosas.

Dijo usted, durante el debate junto al resto de candidatos, una frase de Ramiro Ledesma, ésta: Sólo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria. Es una frase redonda y podría estar de acuerdo si no pensara que los pobres lo que no pueden abandonar es el estado del bienestar, que ser muy patriota no tiene que ver con el dinero. Este es el discurso del vacío ideológico o, lo que es peor, el discurso que esconde una ideología y no se quiere confesar.

Son muchas las cosas que podría decirle, señor Abascal, aunque la fundamental es que usted y yo no somos ni parecidos. Amo España y mi bandera; creo que la unidad nacional es indiscutible; creo que la inmigración debe regularse, pero para poner las cosas sencillas a las personas que están pasando calamidades ya que es el camino más humano; creo que las mujeres y los hombres deben tener los mismos derechos y que un hombre maltratador no nos convierte a todos en lo mismo, pero sé que las mujeres mueren a manos de unos hombres que nos indican claramente que existe un problema estructural que hay que erradicar; creo que la Guerra Civil es cosa del pasado y un lastre que debemos dejar abandonado, pero antes hay que encontrar los restos de todos los asesinados en ese tiempo para dar paz a miles de familias que han tenido que padecer una dictadura terrible (el problema es la dictadura de 40 años y no la guerra, mi querido amigo).

Señor Abascal, cuide el discurso. Llevar las cosas a extremos solo causa problemas. No lo olvide. Al fin y al cabo, esto es política.