Menú
La Tostá

Casa Patas echa el cerrojo

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
30 may 2020 / 07:12 h - Actualizado: 30 may 2020 / 07:17 h.
"La Tostá"
  • Casa Patas echa el cerrojo

TAGS:

Ha cerrado sus puertas uno de los tablaos de flamenco más emblemáticos de Madrid, Casa Patas, supongo que por la crisis. No será el último, porque parece que lo de la pandemia va para largo y muchos empresarios no ven otra salida que el cierre. Casa Patas tenía 37 años y por el local de la calle de los Cañizares han pasado todos los artistas de este tiempo. Recuerdo algunas noches en ese local con Enrique Morente, al que le encantaban los tabancos madrileños, la noche jonda de la capital de España. Un día le preguntaron que por qué no había grabado nunca con Paco de Lucía, y, con su conocida ironía, contestó: “Porque él anda siempre de aeropuerto en aeropuerto y yo siempre estoy en el Candela”. Era otra sala de Madrid, la de Miguelito. Cuando Enrique entraba en el Candela o Casa Patas la gente lo miraba embelesada. Supongo que como ocurría con Chacón cuando llegaba a Los Gabrieles o con Manolo Caracol en Los Canasteros, local de su propiedad que estuvo en la calle Barbieri. Costará ir a la Villa y Corte y no tomarse una copa en Casa Patas, donde el ambiente flamenco era siempre magnífico. Si esto continúa así, cerrando locales flamencos, el futuro de este arte pinta muy mal porque lo de los teatros y los grandes festivales está bien y tiene su encanto. Pero nada comparable a un tablao de solera, con buen servicio y buen cuadro. Madrid, además, es una ciudad con una gran tradición de tablaos o tabancos desde el siglo XIX, cuando Silverio, Juan Breva, el Canario de Álora y Paco el Gandul cantaban en La Bolsa o El Imparcial, dos cafés señeros que hicieron historia. La gente dejó de ir a la ópera para disfrutar del flamenco, un arte andaluz que, curiosamente, era vilipendiado por la prensa, hasta el punto de que acabaron cerrando los cafés porque había reyertas y jaleos casi todas las noches y la gente bien presionó lo suyo. Ir a Madrid y no meterse en un tablao es como ir a Chicago y no entrar en un club de jazz. Casa Patas no solo era una sala en la que se daba buen flamenco, sino un lugar que ni pintado para quedar con amigos y hablar de arte o de negocios. Ibas una noche y te podías encontrar a un actor de renombre o a un empresario queriendo trajinarse a un político. No mirabas ni el reloj. Era uno de esos locales en los que te sentías a gusto, y si encima bailaban Farruquito o La Truco, tocabas el cielo con los dedos. Ojalá sea un bulo o, de ser cierto, que parece que sí, algo temporal.