La realidad política española tiene los trazos de una tormenta perfecta, cuando en breve los datos críticos de la economía se confirmen. Algo que todos los comentaristas políticos o soslayan o ningunean.
Tengo la impresión de que en España se está gestando una guerra asimétrica. Una batalla que se inició con el discurso de Felipe VI contra Cataluña; que siguió con el insomnio de Pedro Sánchez, consumado en la misma cama con Iglesias; el traslado de los domicilios sociales de las empresas catalanas, auspiciado manu militari por Rajoy; y todo ello con la guinda del Tribunal Supremo, como último bastión del sistema heredado del franquismo y desempolvado por Ivan Redondo para los socialistas.
Para colmo, en estos días el actual Rey no emérito se permitió inaugurar una nueva Exposición sobre Azaña, que aun no sé por qué no tiene lugar en Montauban, donde reposa su cuerpo sin bandera española que lo acoja.
Mientras esto ocurre, el virus galopa, como los rumores sobre tarjetas opacas y herencias renunciadas ilegalmente, que intuyo con origen saudí, más que republicano.
Colas para los Bancos; filas bajo la lluvia para registrar documentos; procedimientos judiciales sin garantías y crítica ahogada por las mascarillas.
Y no es solo la Sanidad privada; es la pública. No hay citas para la atención primaria y los médicos diagnostican desde la distancia, como si pudieras amar sin tocar, aunque a esto también estamos llegando.
Hemos rematado a los mayores muertos de abandono en los asilos; y no hay un solo medio de prensa que no escriba al compás del poder de turno. Hoy toca Corinna –a la que se imputa y desimputa a la carta- , mañana Cantora y pronto Fran Rivera, pero nadie habla del sufrimiento de la inmensa gente normal.
Los ves en las colas de los Comedores Sociales; en los responsos limitados de afluencia de los Tanatorios, que versan sobre quienes nos forjaron como somos, sin que les hayamos concedido el tributo mínimo de la despedida.
España ya es la primera nación en Europa en consumo de ansiolíticos y la renta vital ha ahogado temporalmente una revolución, que acabará llegando tan imparable como el cambio climático.
Uno ve a Merkel y quisiera ser alemán, que aquí la mentira es superada día sí, día no, por otra aun mayor.
Hasta hemos quebrado la ilusión de los niños, que percibirán a los Reyes Magos en la nube virtual. Una buena amiga aun no conoce a su nieto, nacido hace dos meses en Madrid, porque ni puede salir, ni puede entrar.
En Inglaterra el pasado día 27 en que se inició la vacunación, se ha instituido como el día de la Victoria.
Y así es, triunfo de la caza furtiva y el miedo, porque la presa no es tu vecino, eres tu.