Conectar el televisor y encontrarse con una mala noticia, con una mala película o con un pésimo reallity de esos en los que los participantes se gritan, se insultan y se intentan despedazar, es muy probable.
Es lamentable, nauseabundo y triste. La televisión se ha convertido en un basurero infame. Al menos, varios canales importantes.
Sin embargo, es tan ínfima la talla intelectual de muchos de los que participan en algunos programas que se escuchan cosas extraordinarias.
‘Tengo que lanzar una lanza (valga la redundancia) por fulanita’. Ole, ole y ole. Eso lo dijo una mujer que ha ganado el mismo programa que comenta y que se busca la vida yendo de plató en plató y diciendo sandeces. Hay que suponer que quería dar un toque culto al programa. Sí, esto es así de triste.
Los índices de audiencia mandan en los canales de televisión. Son verdaderas losas que se arrastran e impiden dibujar parrillas de programación que apuesten por la cultura, por el periodismo de calidad o por la promoción del jazz, la ópera o la zarzuela. Son solo algunos ejemplos.
A estas alturas, soñar con una televisión de calidad o imparcial a la hora de informar es un ejercicio estéril, una especie de locura imposible. Pero protestar, cuando las cosas se descontrolan, es algo necesario. En el mismo programa en el que alguien lanzaba lanzas en favor de no sé quién, se escuchó a otra participante insultar a un sujeto de forma casi brutal. Prefiero no reproducir lo que se dijo porque sería como llenar de garrapatas la web de El Correo de Andalucía.
No se puede consentir algo tan soez y tan poco saludable. Son millones de personas los que ven y escuchan. Y si lo ven es porque les hace gracia. Es una lástima. Estamos haciendo millonarios a un grupo de maleducados, de incultos; a un grupo de personas sin escrúpulos que están señalando un camino equivocado, tóxico y retorcido.
Que alguien que dice tener que lanzar lanzas para ayudar a otro se gane la vida diciendo bobadas es indicativo del país que estamos construyendo entre todos.