En unas horas arranca la campaña electoral. Una pesadez. Otra vez saturados por los mensajes estúpidos, por los discursos mentirosos, por las peleas de gallos esqueléticos.
Mientras, las facturas sin pagar se seguirán acumulando sobre la mesa de la cocina (casi nadie tiene despacho en casa y en la oficina queda raro acumular impagos personales); mientras, los ancianos españoles seguirán estando más solos que la una; mientras, los jóvenes de este país seguirán divirtiéndose a base de botellón y drogas de diseño porque no saben hacerlo de otro modo (es el efecto de destrozar la cultura sin compasión y dejar que la juventud tenga que buscar alternativas lamentables); mientras, los niños y niñas seguirán acumulando un índice de fracaso escolar que debería dar vergüenza a cualquier político de este país; mientras, seguiremos destrozando nuestra parte del planeta sin que sepamos cómo lograr parar una máquina de destrucción nunca antes vista...
Comienza en unas horas la campaña electoral y volveremos a fiarnos de aquellos que ya han demostrado no ser capaces de sentarse a dialogar. Nadie pide ya acuerdos programáticos profundos o algo parecido. Nos conformamos con que se sienten a tomar un café. Y tampoco. Comienza el festival de la mediocridad y nos lo tragaremos sin rechistar hasta el día que tengamos que votar. Muy posiblemente volveremos a comprobar que es muy difícil cambiar el voto del personal y los resultados de las elecciones nos colocarán ante nosotros mismos y ante nuestra incapacidad para echar a los mediocres y exigir que se presenten los que sean capaces de hacer algo por España.
Una pesadez de las grandes. Y una tragedia que, aunque tratemos de esquivar, siempre estará con nosotros. Esto es España, queridos.