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Como el gato y Atila

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29 ene 2023 / 04:38 h - Actualizado: 29 ene 2023 / 04:38 h.
  • Como el gato y Atila

Atilón sigue siendo para mí una fuente de inspiración. Y es que cuando paseo con mi mejor amigo de cuatro patas siempre suceden cosas interesantes, siempre tiene lugar algún tipo de «descubrimiento» (para quien no lo conozca, Atila es el genuino «rey de los perrunos»: un divertido y cariñoso Pastor Alemán de pelo largo). Cuando digo «descubrimiento» lo hago en el sentido más original de la palabra porque, yendo a pasear con Atila, sueles «quitar la tapa» de alguna circunstancia o persona para llegar a ver lo que hay dentro...

A veces esa «tapa» adopta forma de hoja que alguien ha dejado estratégicamente posicionada para tapar «el regalito» que ha dejado su can (entonces, el hallazgo es más bien un chasco que te hace agradecer llevar siempre encima las «bolsitas recoge-regalitos»); otras veces, la puerta a ese descubrimiento se materializa en una persona que, sin conocerte de nada, te brinda una sonrisa y le dedica un cariñoso «¡es precioso!» a Atila, permitiéndote atisbar la bondad y la generosidad de su interior; por el contrario, en algunos casos, te dan ganas de ponerle un candado a esa «tapa» del descubrimiento, porque hay algún individuo, con cara de pocos amigos, que cada vez que nos ve profesa algún tipo de «lindeza» hacia Atila, sin que haya mediado provocación alguna, lo cual pone en evidencia una pequeña porción de su amargura interior... En fin... Como sigamos así, vamos a escribir un «tratado de psicología canina» (y es que el tema da para mucho) pero no era lo que yo pretendía.

La importancia de estar atentos

Ayer por la mañana íbamos paseando Alonso, mi chico, Atila y yo. A la salida del parque, mi «rey de los perrunos» se quedó embobado mirando la rueda de un coche, su curiosidad era mayor según nos aproximábamos, y cuando estuvimos lo suficientemente cerca, pude darme cuenta de que había un gato que, a su vez, estaba totalmente centrado en mirar a la acera, haciendo caso omiso de Atila. Cuando por fin se percató de su presencia... ¡Pegó un salto que casi llega al capó del coche! Mi perro movió el rabo, ladró y nos miraba a Alonso y a mí, en lo que me pareció una expresión curiosa, como diciendo: «¡Ya era hora!».

A mí me dió la risa mientras reflexionaba sobre este simpático «episodio gatuno»... ¿Cuántas veces no nos ha pasado como al gato? Quiero decir, centramos nuestra atención en una sola cosa, nos olvidamos del entorno y al final... ¡El entorno nos sorprende, y nos puede pegar un buen susto! Creo que el saber estar atento (que no «estar alerta») es una actitud ante la vida. Ser una persona que presta atención supone ser alguien que pone los cinco sentidos en lo que hace, no se descuida, ni se despista, ni se preocupa, sino que se ocupa eficicaz-mente de lo que está haciendo y, por supuesto, nunca le da la espalda al entorno (gran fallo del gato).

Cuando se te presente algo que acapare toda tu atención, párate un instante y recuerda a Atila y al gato, pasarás un buen rato y recordarás que quien pierde de vista su entorno, puede tener un problema cocinándose en el horno...