Por lo visto Sevilla “no merece” tantas atenciones. Santa Justa nació coja y manca. Iba a llevar un gran vestíbulo, un centro comercial y un hotel, pero se quedó en unas pérgolas para aprovechar material de desecho. Santa Justa se conformó con una pequeña hilera de pequeñas tiendas de paso. San Pablo se hizo “a lo grande” mermado porque no era tan grande y las tiendas han tenido que quedarse en una hilera ridícula en la zona de embarque, cuando se espera el avión y no da tiempo de pararse a comprar. En ninguno de los dos casos se quiso prever la necesidad de crecimiento, no ya tanto en las tiendas como en las líneas a servir. Santa Justa no tiene más líneas aéreas por ineptitud de AENA, del Ayuntamiento y por lo poco que importan al gobierno las infraestructuras de comunicación en Andalucía. Entre otras cosas, al gobierno le trae el pairo la comunicación transversal Este-oeste en Andalucía, la comunicación entre Sevilla y Málaga, las dos mayores ciudades de la Comunidad, entre las que prefieren fomentar un enfrentamiento inútil y perjudicial para todos. Pero “divide y vencerás”. Al gobierno le importa un bledo la necesidad de comunicación de corta distancia, el cercanías, necesario, por ejemplo y sin ser exhaustivo, de Jaén a Martos, en la Costa del Sol, entre Córdoba y Sevilla, o mejor desde El Carpio a Lebrija, desde Carmona a Benacazón, o Sevilla-Coria del Río, que sólo precisaría ocho o diez kilómetros de infraestructura nueva y podría aprovechar la SE-40 para cruzar el río. Lo que habría que ver es si el gobierno tiene intención de terminarla.
Las infraestructuras sirven para mejorar la comunicación, en todas sus acepciones. Para acercar. Para favorecer los intercambios y la industria. Pero acercar a los andaluces entre sí contraría demasiado los proyectos del gobierno, porque si Andalucía se industrializara y bajara sensiblemente el paro, se “corre el peligro” de que los andaluces despierten y se conozcan a sí mismos. Es mejor entretenerlos con viviendas que sólo podrán comprar los especuladores para mantenerlas cerradas, por eso a las más de cien mil vacías en la conurbación sevillana, se vuelven a sumar urbanizaciones, será para servir a fondos buitre. Porque con su salario de mil doscientos euros ¿Quién puede pagarlas, si hasta EMVISESA especula y llama “alquiler asequible” a precios inasequibles? Todavía no saben qué hacer con la mayoría de las más de cien mil viviendas vacías o en construcción desde 2008, pero el Parlamento no se molesta ni en aprovecharlas para las familias necesitadas, ni en regular un sector necesitado de una regulación racional, como las existentes en estados tan “soviéticos” como Alemania, Bélgica, Holanda, Suecia o Suiza. Por ejemplo.
Encima, ahora proyectan asfixiar a la estación de Santa Justa construyendo sendos bloques de pisos de lujo y semi lujo en sus costados, para impedir su futuro e imprescindible crecimiento. Despropósito entre los despropósito, de confundir “progreso” con bloques mientras se impide el progreso. Por muy necesitado de hacer caja que pueda estar ADIF, debería tenerse en cuenta que las ciudades crecen a pesar de los esfuerzos de la Administración por impedírselo a Sevilla. Y los pueblos de alrededor, también. Eso supone mayor necesidad de servicios ferroviarios, que no pueden ser absorbidos por la única línea actual en dirección este-oeste y la ausencia de líneas en dirección norte-sur. Sin embargo, contra ese crecimiento está el proyecto de colmatar los espacios laterales y delantero de la estación, locura responsabilidad de no se sabe qué extraña mente dislocada. El negocio de ADIF, que debe seguir existiendo, son las infraestructuras, el alquiler de las líneas a las compañías ferroviarias que ya deberían estar funcionando —y esa es otra— para su mantenimiento.
Es urgente una llamada a la cordura. Debe tenerse en cuenta la coincidencia en dos hechos: Santa Justa y San Pablo necesitan crecer y los pisos que se hacen no son los que se necesitan. Sevilla necesita viviendas para vivir, no llenar espacios públicos útiles para otros menesteres más racionales y lógicos. Sevilla no se merece que se le niegue el crecimiento de líneas y que se asfixien zonas ya saturadas.