Con amor a todos mis haters

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Pepa Violeta Pepavioleta
29 jul 2019 / 12:28 h - Actualizado: 30 jul 2019 / 08:46 h.
"Tecnología","Comunicación","Feminismo","Machismo"
  • Con amor a todos mis haters

Puta, feminazi, castradora, radical, violenta, gorda, fea, marimacho... son algunas de las lindezas que las feministas que escribimos en medios de comunicación, redes sociales y practicamos el activismo, recibimos día sí y día también, cada vez que hacemos cualquier tipo de comentario, opinión o publicación con carga feminista.

Con un ejército de machistas cobardes, que se unen con la única intención de recuperar su rancia virilidad a golpe de insulto, nos encontramos cada día cuando encendemos el ordenador y nos disponemos a despertar conciencia con nuestros discursos.

Si no tienes uno o varios haters dando calor y esperado a que publiques cualquier post para acribillarte a insultos, es que todavía no han detectado tu rastro. Consejo sórico: ve haciéndote con un arsenal de tila, saca la esterilla del yoga, que tienes con una capa de polvo en el armario y prepárate para lo que viene. Es sólo cuestión de tiempo que te incluyan en su lista de feminazis a las que destruir. Algunos van más lejos y no se conforman con su rol de rata inmunda, sino que dan un paso más y ponen en práctica toda su ristra de actividades delictivas para que el miedo nos paralice y nos retiremos de la trinchera. Amenazas explícitas, hackeos o publicación de material privado... no tienen filtro. Todo es válido si al final consiguen que cerremos nuestras cuentas o nos vayamos a reflexionar sobre feminismo a espacios privados donde no podamos contaminar a nadie con nuestras locuras.

El periódico The Guardian descubrió al analizar los comentarios de su publicación a lo largo de cinco años, que las mujeres recibían comentarios mucho más duros que sus compañeros. Ganamos puntos en la pirámide del respeto cuando las periodistas hablamos de crucigramas, cricket, carreras de caballos y jazz. Los comentarios de los lectores empiezan a subir de tono, cuando las periodistas escriben sobre feminismo o sexo y si osadamente nos atrevemos con el deportes o la tecnología, de la lapidación no nos salva nadie. Aquí, se abren mil debates distintos entre ellos, hasta qué punto debemos tolerar este acoso, si debemos responder a las provocaciones bloqueando sus comentarios, qué papel debe jugar la sociedad como garante de libertades, cómo regular el terrorismo digital... muchas brechas abiertas, sangrantes, a las que nadie quiere meter mano.

Pero no podemos seguir mirando para otro lado como si el conflicto fuera a desintegrarse por azar, ni tolerar que los haters sigan sembrando mierda e intolerancia. Con cada paso que dan, cada comentario que hacen poniendo a caldo a una feminista, es una nueva oportunidad para seguir alimentando la idea de que las mujeres sólo podemos hablar de belleza, repostería y moda. Tratar las desigualdades de género, ponerle voz a las injusticias propiciadas por el patriarcado o dar nuestra visión sobre temas tradicionalmente masculinos, no mola. Dejamos de ser profesionales, bellas y valoradas cuando cometemos el error de entrar en sus parcelas. No podemos continuar hablando de censura, libertad de expresión y democratización digital, sin poner solución a estos atentados continuos a la integridad y libertad de las mujeres que escriben y denuncian el machismo en el espacio digital.

A todos mis haters y a los de Pamela Palenciano, Towanda Rebels, Yolanda Dominguez... os invitamos a que regreséis a vuestras madrigueras y salgáis cuando tengáis algo valioso e inteligente que aportar a la sociedad, al mundo. Ese mundo al que se dirigen ustedes con desprecio, porque nosotras también somos parte de él. De nada les va a servir sus intentos golpistas. Hay demasiado camino recorrido para que nos planteemos renunciar ahora. ¿Cómo nos desentendemos del mundo las feministas y hacemos la vista gorda a las desigualdades, si ya estamos de barro hasta la cintura? Esta causa no entiende ni de retiros ni de abandonos. Es mío el dolor ajeno. Son mías las renuncias de otras mujeres que cansadas de pelear, se retiraron maltrechas a recomponerse y lamerse las heridas. Y esta manera de entender el feminismo es la misma que practican el resto de compañeras, que pese al desgaste de torear troles y machirulos, siguen publicando y trabajado para crear discursos alternativos y conscientes. Que ayuden a visibiliza la desigualdad y poner freno al machismo en cada parcela de nuestra vida, pública y privada. Gracias a nuestra presencia en el espacio web, se están creando redes de mujeres que se agrupan para crear auténticos batallones. El poder que pueden llegar a alcanzar las mujeres organizadas y el feminismo a nivel global como motor de cambio, activa el modo alerta de los poderosos, de los hombres que temen que sus intereses mermen ante la capacidad de este movimiento de influir en la masa. Ellos mismos son conocedores de la capacidad que pueden tener los grupos bien organizados para reconducir a la opinión pública, llegando a desestabilizar cualquier sistema, por muy enraizado que esté.

¿No lo van a saber si llevan siglos utilizando esta estrategia para mantener el orden social y a la vez hacernos creer que somos libres para elegir?. Temen que el feminismo arrase con sus privilegios. Por eso nos atacan y persiguen desde lo virtual, bajo el anonimato que los protege. Insultar y amenazar a las feministas en redes sociales les sale rentable.

Con mucho amor y desde el respeto que ellos no practican, les sugerimos a todos estos haters, que se vayan retirando de un espacio en el que cada vez encontrarán menos público que aplaudan sus sandeces. Nosotras vamos a cambiar el mundo, podemos y lo merecemos. Como dice Wangari Maathai “Harambee”, o lo que es lo mismo “Todas a una”.