Menudo homenaje le han dado a Franco. ¿Esta era la anunciada defenestración del okupa del Valle de los Caídos? Que, por cierto, algunos han celebrado por todo lo alto, sobre todo en La Sexta, donde Ferreras solo llevó a quienes podían alabar la operación del Gobierno socialista a dos semanas de unas elecciones generales: el juez Baltasar Garzón, Gaspar Llamazares, Cristina Almeida y otros antifranquistas de saldo. Menudo despliegue periodístico. No era fácil cambiar a Franco de agujero sin patinar o hacer el ridículo, pero al final han hecho las dos cosas. Ayer vimos un claro homenaje al dictador, sacado a hombros por sus familiares, con la bandera preconstitucional, o sea, fascista, con la laureada de San Fernando y gritos enfervorizados de nostálgicos del régimen, como el golpista Antonio Tejero y otros. Sí, el que entró en el Congreso pistola en mano en 1981, o sea, ayer mismo. Ah, y un despliegue informativo de todas las televisiones que parecía que iban a desenterrar al hijo de Dios. Pero no hemos visto lo importante, cómo sacaban al monstruo del agujero, para que estuviéramos seguros de que toda esta operación ha sido verdad. Viendo la cara de la ministra Delgado, cuando los familiares sacaban el ataúd, parecía que sí, que iba dentro de la misma caja en la que fue enterrado hace 44 años. Tampoco se tenía que bailar una rumba, pero bueno. ¡Manda huevos! Ni la caja ha sufrido el deterioro del tiempo, como el propio franquismo. Lo normal es que se hubiera partido, pero no, era un cajón a prueba de dictadores. También es verdad que la tumba estaba forrada de plomo y que los tubos de la calefacción pasaban a dos metros, luego el Caudillo ha estado calentito, protegido por una caja de zinc, otra de madera de la buena, paredes de plomo y una losa de granito de mil quinientos kilos. Cuarenta y cuatro años ha estado en tan confortable lugar y ahora descansará eternamente, o eso parece, en otro edificio público, un panteón propiedad del Estado donde le esperaba su amada esposa. Lo que se habrán reído los dos.