Con Sevilla, al fin
del mundo

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16 jun 2018 / 20:44 h - Actualizado: 16 jun 2018 / 21:05 h.
"La trastienda hispalense"

Queridos amigos, cuando entréis, esta semana, en mi trastienda, yo estaré volando en un sueño de música y lírica que me lleva al fin del mundo. Bendita sea la ilusión que me escancia la vida para que yo siga bebiendo copas de poemas y cantares sin arredrarme donde me lleven las sílabas y palabras de cada verso, las notas y la magia de cada sinfonía... Magallanes, experto conocedor de la tierra y el mar, me llama para que yo sea tripulante de su historia, marinero de su odisea, cronista de su aventura. Su diario de navegación me fascina. Su valor me asusta pero, como él, no retrocedo y me voy a la búsqueda de todas las estampas y secuencias que esparció por diferentes lugares del mundo... Sevilla me acompaña, siempre conmigo, para cuidarme, como siempre hizo, desde que desató el nudo de aquel blanco pañal, cual si fuera un costal de sencilla hermandad de Martes Santo, en el que me trajo una cigüeña a una casa risueña, sencilla y halagüeña llena de encanto, donde mi madre me dio la teta del amor, Sevilla en una flor, mientras cantaba «ealaea, que se duerma mi niño, bendito sea».

Y bendito, me dormí, sobre el regazo de una tierra de calles empedradas, casas de patio de vecinos, alegres corrales de gente sencilla, asilo de ancianos, campana en la torre de Patrona Valvanera... Una histórica Calzada, arrabal de extramuros, de viñas, vaquerías y tricornios de civiles, donde aprendí que al otro lado del puente, siempre me esperaba la universalidad de la gran metrópolis hispalense... Y con ella, nunca mejor dicho, al fin del mundo me voy, para que baile conmigo en la gran fiesta que Chile, con la llegada del solsticio de invierno, celebra en Punta Arenas. El productor Luigi Esparza junto a la noche más larga del año o «el día más corto» como suelen llamar al 21 de junio, me espera entre danzas de cuecas al son de acordeones, guitarras y bombos legüeros.

Allí mismo, donde el navegante portugués, fascinado por la calma del Pacífico, lo cruzó, equivocando su ruta hacia las Islas Molucas. Un error que, tras muchas tribulaciones, entre ellas su muerte, otorgó a la expedición el tributo de conseguir volver a Sevilla, con el estandarte de haber llevado a cabo la primera vuelta al mundo.

Una hermosa y apasionante historia, que el gran río nunca olvida, Muelle de las Mulas, Guadalquivir de oro y universalidad, Sevilla de grandeza, Sanlúcar, puerta del mar, agua, cielo, tierra, mundo... Hasta la vuelta, amigos, os seguiré contando... y cantando. ~