Con una burbuja tuvimos bastante

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09 oct 2022 / 10:03 h - Actualizado: 09 oct 2022 / 10:04 h.
"Tribuna"
  • EFE
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Pues no nos enteramos. Compramos, contentos, la idea peregrina de que la mayor dimensión de los bancos nos beneficiaría y caímos como inocentes pajarillos, enredados en las redes de la demagogia y la falsedad. Ahora los bancos son más grandes, se codean con los alemanes, con los americanos, con los chinos... a prudente distancia desde luego, y ganan mucho más. Los bancos. Porque los demás sufrimos y pagamos la minoración del servicio. Treinta o cuarenta euros al trimestre por retener nuestro dinero y hacer inversiones con él para engordarlo, y ganar más (ellos) pero en vez de devolvernos siquiera una pequeña parte del beneficio, nos cobran por “prestarnos el servicio de guardar nuestro dinero” (para multiplicarlo en su único beneficio. ¿Hay que repetirlo?). Simplemente era “algo nuevo” y “todo lo nuevo es bueno”. Trastoque de valores. Ahora las cosas no son buenas o malas porque beneficien o porque perjudiquen, sino por ser “nuevas” o “antiguas”.

Hemos creado monstruos que nos hacen la vida más difícil. Pero no vayamos a quejarnos, que en su momento lo aplaudimos porque, cuando todavía pagaban interés, lo cambiaban por medias vajillas de barro común. Con esa mentalidad ¿cómo vamos a mejorar? Con esa experiencia nos traen una guerra para que aborrezcamos a Rusia y hasta nos quieren hacer creer que los rusos han boicoteado sus gasoductos para acrecentar el odio, ya olvidamos, lástima de mala memoria, que son otros los especialistas en provocar “accidentes” para justificar su intervención en guerras y en atacar objetivos ajenos, como Irak, Líbano o Libia. Todo, para vendernos su gas y sus armas, entre otras “menudencias” y así que esa guerra la pague Europa, que ya solamente el pan ha subido un ¡75%!, como si nadie salvo Ucrania cultivara trigo, sin embargo aquí exportamos harina. Pero no sólo es el pan: también centenas de artículos en los que Ucrania ni siquiera interviene de lejos.

Alguien nos manipula, adivinémoslo. La alta economía aprovecha las circunstancias, hay demasiados “trenes baratos” que aprovechar. Que los garbanzos se cultivan aquí al lado y el queso, por ejemplo, no se hace con leche de vacas ucranianas ni las verduras vienen de Centroeuropa. Y sin embargo hay quien todavía se atreve a pedir más. José María Aznar, el gran padrino de las Azores, no contento con el esfuerzo del gobierno y el pueblo español para enviar material bélico a Ucrania y soportar la brutal subida de precios inexactamente justificada en la guerra, pide una división de voluntarios para combatir a Rusia. ¿Otra división azul? Es el color de la gaviota, de quienes se niegan a subir sueldos y bajar el precio de la vivienda para que la gente no tenga dónde vivir y es el color del nazismo ucraniano, contra el que nadie alzó la voz cuando se dedicaban a asesinar a los no nazis en las zonas en disputa, que deberían someterse a examen los cadáveres de las fosas, por si algunos de esos asesinatos “por casualidad” pudieran ser de esa otra guerra solapada del batallón Azov aunque ahora las endilguen a Rusia. Nadie entonces, menos que nadie quienes califican como “días de horror” a una guerra utilizada para disimular un negocio verdaderamente horroroso para algunos, porque se asienta sobre la economía de los más necesitados, mostró repulsa, ni siquiera criticó la matanza de ucranianos por ucranianos de otras regiones. ¿Hay alguna guerra que no sea un horror? ¿Es que acaso el ISIS creado por ciertos servicios secretos, o la de Nagorno Karabaj, la de Kósovo o la de los traficantes en África no son un horror?

La guerra de Ucrania se podría haber evitado, pero “a lo mejor”, no interesaba evitarla a los más poderosos. Por exceso de aprovechamiento ruín, en consecuencia podría haberse evitado esta crisis que, ya nos avisan, puede ser dura. No, no puede ser: lo está siendo. Como el recubrimiento facial de quienes la han provocado en la sombra y quienes los defienden.