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¡Confiar! pero ¿en quién?

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01 dic 2019 / 08:45 h - Actualizado: 01 dic 2019 / 08:53 h.
  • ¡Confiar! pero ¿en quién?

Estamos asistiendo, la mayoría de los ciudadanos, a un relato que nos aleja cada día más de la convivencia. Convivir no supone destrozar lo que con tanto esfuerzo se ha construido. Nuestro mundo, en general, vive quebrantado y tensionado. Se ha perdido la confianza.

Sin embargo, es necesario no dejarse abatir, porque cada persona, si se lo propone, es capaz de generar un alto nivel de positividad, que se concreta en la posibilidad de transformar la sociedad intentando fomentar un espacio de entendimiento y convivencia. Entenderse y convivir no es destruir; es sobre todo evolucionar, buscando articular espacios de comprensión y respeto. Para alcanzar esto, tan solo es preciso ¡confiar! Pero la pregunta inmediata es ¿en quién? Desde luego, primero en nosotros mismos, dado que si buscamos organizar un espacio de entendimiento estaremos contribuyendo a generar confianza. Hoy día, por desgracia, pensamos que generar confianza es hacer seguidismo a personas que se consideran dueños del mundo y de nuestro futuro. No, no, esto no es confianza. Esto es anularse.

Caminamos por una vía que, en cuenta de fomentar confianza, nos conduce al abismo de la sin razón y, por tanto, a un precipicio imprevisible. Deberíamos de tomar conciencia de que el camino elegido nos puede traer muchos disgustos. A esto me refería la semana pasada sobre las tensiones existentes en nuestro mundo.

Hay que volver a confiar en lo que somos como personas, es decir en nuestra capacidad de sentir que la fraternidad no es una quimera ni un cuento; es la posibilidad que tenemos las personas de sentirnos hermanos y no enemigos.

Confiar es trazar una senda que nos haga capaces de superar las dificultades que aparecen cada día en nuestra vida. Confiar es surcar el océano dejando una estela que sea capaz de apartar de las tormentas a quienes puedan seguir nuestra ruta. Confiar es transformarse en una brisa que, con suavidad, nos acaricia y nos aleja de huracanes que destruyen. Confiar es escalar montañas para gritar, desde cada cumbre, que nuestra tierra es un espacio para la vida. Confiar es adentrarse en un bosque en donde los arboles nos posibilitan una sombra llena de ternura. Confiar es surcar el cielo y dejarse arrullar por cada nube que atravesamos. Confiar es, nada más y nada menos, que sentir a cada persona cerca de nuestras vidas. Confiar es escuchar con interés y con pasión la historia de cada ser que configura la sociedad en la que habitamos.

Se precisa romper con todo aquello que pueda anular, en una sociedad democrática, nuestras normas de convivencia. La confianza desaparece cuando queremos ignorar todos los acontecimientos positivos que nos han conducido a una vida de tolerancia y de respeto.

Una sociedad basada en los parámetros democráticos no puede consentir que éstos desaparezcan. En nuestro mundo parece que se ha optado por la desconfianza. Esto nos está destruyendo. Desconfiar implica alejarnos de la convivencia y del entendimiento. No nos conviene subirnos en una barca construida velozmente, y que lleva como nombre, desconfianza. Además, no podemos navegar con la misma por un río que su caudal es fuerte y rápido, porque al final terminará destrozada en algún meandro curvo y cerrado.

En nuestro mundo estamos viviendo momentos de zozobra y de incertidumbre. Cada país está sufriendo un alto nivel de desconfianza que está muy pronunciada hacia responsables políticos.

No se puede avanzar en la convivencia, si previamente, no se acepta que existen normas y leyes que tenemos que cumplir. Cuando éstas pasan a un segundo plano aparece una fractura social que, de no cuidarla y tratarla, nos lleva inexorablemente a la desconfianza.

Si Vds. observan las tensiones existentes en las sociedades democráticas, éstas se deben a la desconfianza y a la ruptura, de manera violenta, con las normas y leyes democráticas existentes.

La madurez de una democracia se demuestra cuando en su adn existe confianza. La confianza ayuda a superar barreras; pero, al mismo tiempo, nos indica el camino a seguir para no caer en el abismo. La confianza se aleja de los intereses particulares y personales, procurando fomentar la cultura del bien común. Sin confianza es imposible avanzar democráticamente. Sin este avance no se puede innovar la sociedad. La confianza requiere esforzarse por encontrar puntos comunes, que puedan afianzar los principios democráticos de una sociedad, que quiere fundamentar el bienestar social en el progreso y en el respeto.

La confianza es un valor que hay que buscar todos los días. La confianza hay que mimarla y cuidarla. La confianza no puede resumirse en la firma de un acuerdo. La confianza es lo que hace posible que las personas nos podamos entender, escuchar y comprender.

Confiar es un ejercicio que hay que practicar sin descanso. Confiar supone buscar un referente equilibrado, sensato y justo que se aleja de las soluciones inmediatas y del interés particular.

Confiar es enlazar todas aquellas acciones nobles que existen en el mundo porque gracias a las mismas existe la esperanza de que el mundo puede cambiar.

Pero ¿en quién confiar? Cada persona tiene que ser capaz de saber descubrir el camino más adecuado para no dejarse sorprender por quienes no pueden ser nunca ejemplo ni testimonio. Confiar, por tanto, es un ejercicio que hay que fomentar diariamente y que hay que construir día tras día. Esto solamente se puede hacer desde la libertad.

La encíclica Centesimus Annus resume con luz y claridad lo que he escrito a lo largo de esta reflexión "Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene una recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino"