Conversación con un amigo.

Image
29 mar 2021 / 04:00 h - Actualizado: 29 mar 2021 / 04:00 h.
"Tribuna"
  • Conversación con un amigo.

TAGS:

En el curso de una acalorada conversación mantenida a finales del mes de febrero con un amigo de larga data y de procedencia también latinoamericana por quien tengo aprecio, diálogo que versó sobre mi último artículo titulado “El embrollo haitiano”, en el cual hice mención a los dictadores Somoza, Stroësner y Trujillo, él espetó: “me quedaría con Somoza en vez de con Ortega y la bruja de su mujer”, además de proferir algunas invectivas dirigidas hacia el dirigente sandinista. Me sorprendió el comentario, hecho de sopetón, y le contesté que no me quedaría con ninguno de los dos. Expongo esta anécdota para emitir algunas reflexiones sobre la tradicional dicotomía derecha-izquierda, especialmente cruda en los países del llamado Tercer Mundo o en vías de desarrollo.

Creo que es un error intentar comparar las dictaduras de tendencias contrarias, siendo el ejercicio elaborado, muchas veces, con el propósito poco honesto, de condenar a una para disculpar a la otra. Me resulta una discusión estéril, respetando escrupulosamente las afinidades u opciones ideológicas que tenga cada uno y huyo de justificar los actos o acciones de una en contra de aquella. Por mucho que se maquillen o se disfracen, las dos, en definitiva, emplean en la práctica los mismos métodos para agarrarse al poder y disfrutar de sus mieles, favoreciendo a su grupúsculo compuesto de familiares, amigos y conocidos recomendados, elevados un gran número de ellos a puestos de responsabilidad. Se embadurnan de principios teóricamente democráticos y en nombre del liberalismo y de los valores cristianos, se comprometen, las de derecha, a mejorar la calidad de vida de sus pueblos y acaban masacrando a la gente que pacíficamente se opone a ellas. Además, cuentan con la connivencia e incluso la aprobación de potencias que, por intereses de índole geopolítica, estratégica o económica, aminoran o silencian sus arbitrariedades. Las de izquierda se untan de dogmas sacados de las enseñanzas del socialismo y del comunismo para justificar sus políticas de represión y aplastar la disidencia con el beneplácito del bloque opuesto; cuántas, enarbolando el estandarte de unas nobles y atractivas ideas de igualdad, de una mejor distribución de la riqueza que, en principio, debería servir para mejorar el bienestar de sus pueblos, en lo que se refiere a educación, trabajo, vivienda y salud, pero que en la práctica más bien han ayudado a engrosar las prebendas de la nomenclatura; y que en nombre del socialismo y del comunismo han cometido verdaderas tropelías y las más execrables atrocidades. Como si los pueblos, en ambos casos, fueran unos meros juguetes en manos de unos desvergonzados dirigentes que se aprovechan de ellos a su libre arbitrio.

Pese al desplome de la URSS como Estado, su fraccionamiento y el posterior debilitamiento de su influencia, y el final de la Guerra Fría, las dos filosofías políticas, los dos espectros ideológicos, es decir, el capitalismo y el socialismo, siguen vigentes, más difuminado o sombreado el segundo. Creo, insisto, que se comete una falacia al posicionarse a favor de una dictadura capitalista en contra de una socialista, bendecir a esta mientras que se excomulga a aquella, o viceversa, porque los atropellos, los asesinatos, los sufrimientos, tanto físicos como psíquicos, no tienen color y no son propios o exclusivos de una ideología determinada. Se trata de vidas humanas que han sido truncadas y bajo cada nombre quedan rotas familias enteras con sus lágrimas, sus amarguras y sus duelos. Existen muchas dictaduras de distintos signos a través del mundo, pero todas se resumen en La Dictadura, con algunas especificidades, es cierto, pero usando métodos similares, algunos más sofisticados que otros en la aplicación de la represión: las amenazas, las persecuciones, las detenciones arbitrarias y los encarcelamientos sin opción a juicio, las torturas, los homicidios, las desapariciones forzadas, las violaciones sexuales, las ejecuciones extrajudiciales y otras actividades inhumanas, aliadas a las horrendas condiciones y privaciones de toda suerte imperantes en las diversas cárceles o campos de concentración.

En las dictaduras de derecha se persigue a los adversarios, tratándolos de revolucionarios, de subversivos, de agitadores, de comunistas e incluso de apátridas, y en las de izquierda se acusa a los opositores de contrarrevolucionarios, de reaccionarios, de fascistas, de vende-patrias, dándoles epítetos de gusanos, de alacranes. Con respecto al segundo grupo, podemos citar casos de disidentes que han sido perseguidos por no simpatizar con la ideología oficial rusa, tales son los casos del escritor Alexandr Solzhenitsyn, apresado durante años en un gulag, de las tribulaciones del físico nuclear Andrei Sajarov, y del asesinato en Méjico del político León Trotsky; de la persecución y asesinato en Londres del novelista búlgaro Georgi Markov, y de los clérigos Stefan Tarfov y Gueorgui Atanasov en Bulgaria por el régimen izquierdista, de la masacre de Srebrenica en Bosnia, del hostigamiento de los escritores Reinaldo Arenas, Heberto Padilla y Zoé Valdés que temiendo por sus vidas tuvieron que salir de la Cuba castrista, del asesinato del político opositor José Benito López Méndez en Nicaragua, u otros que han sufrido amenazas y persecuciones, como el líder estudiantil Lesther Alemán o la activista y expresa política belga Amaya Coppens, por osar posicionarse en contra de los abusos y tropelías del régimen nicaragüense. La sangrienta represión de las multitudinarias protestas en Managua, León, Granada y Estelí durante los meses de abril y mayo del año 2018 que se saldaron con más de tres centenares de manifestantes muertos, incluido el asesinato del periodista Angel Gahona, fue enérgicamente condenada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH). El prestigioso poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, fallecido el año pasado, y el reconocido escritor Sergio Ramírez, respectivamente ministro de cultura y vicepresidente de Nicaragua, al amanecer de la llegada al poder de la revolución sandinista, se han distanciado del actual gobierno acusando a sus dirigentes de desvirtuar, traicionar y mancillar los ideales de Sandino.

Y qué decir del fusilamiento del poeta Federico García Lorca en la España de Franco, del asesinato de los periodistas Pedro Joaquín Chamorro y Benigno Aquino, respectivamente en la Nicaragua de Somoza, y en Filipinas durante la dictadura de Marcos, del opositor marroquí al reino de Hasan II, Mehdi Ben Barka, en París, cuyo cadáver nunca ha sido encontrado, de las tres hermanas Mirabal en la República Dominicana, durante la era del “Chivo”Trujillo; del asesinato de Orlando Letellier en Washington, de las torturas infligidas a la expresidenta chilena Michelle Bachelet y a su madre en Villa Grimaldi, todos ellos a raíz del golpe de Estado de Pinochet, de la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, afectada de suplicios por la dictadura brasileña. Para terminar, ¿cómo calificar el democidio del periodista Jamal Khashoggi en la embajada de Arabia Saudí en Turquía? Un crimen que, por sus características, conmovió al mundo entero.

A estas personalidades citadas en los dos párrafos anteriores, víctimas de las distintas tiranías que pululan en el mundo, hay que añadir una ingente suma de individuos, conocidos y anónimos, que han experimentado los horrores de estos regímenes. Las policías políticas o milicias al servicio de distintas autocracias como La Checa soviética, la Savak iraní, la Sim dominicana, los Tonton-Macoutes haitianos, la Securitate rumana, la Dina chilena, la Side argentina, la Sigurimi albanesa, la Stasi de la República Democrática Alemana, la Seguridad del Estado de Bulgaria etc., con sus correspondientes esbirros, han engendrado repugnantes monstruosidades e innumerables atrocidades. El plan Cóndor o colaboración de varias de las dictaduras suramericanas, concebido para perseguir a los comunistas, fue uno de los artífices de la feroz represión ejercida en el Cono Sur, en la segunda mitad de los años setenta del siglo pasado, y el responsable de un sinfín de arbitrariedades. En la actualidad, hay numerosos países con gobernantes autoritarios, como el caso de Nicaragua, que tienen a su servicio policías políticas o fuerzas paramilitares, cuyo principal cometido consiste en sofocar cualquier atisbo de protesta social. Dentro de este capítulo, es importante señalar que los modernos servicios de inteligencia y contrainteligencia de diversos Estados, diseñados, entre otras atribuciones, para la tarea fundamental de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, han sido o son auténticas máquinas de poder supuestamente implicadas en la eliminación física de elementos incómodos o considerados enemigos.

La historia está repleta de personajes que han tomado a sus pueblos como rehenes y que pertenecen a los dos bandos. Los de obediencia comunista como Stalin en Rusia, Mao Zedong en China, Honecker en la República Democrática Alemana, pasando por Pol Pot en Camboya, Hoxha en Albania, Ceausescu en Rumanía, Milosevic en Serbia, Radovan Karadzic en la República Srpska, Mugabe en Zimbabue, Haile Mariam en Etiopía, Kim Jong-un en Corea del Norte, los hermanos Castro y el matrimonio Ortega-Murillo, respectivamente, en Cuba y Nicaragua. Dentro del campo de la derecha, podemos citar a Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Franco en España, Mobutu en Zaire, Somoza en Nicaragua, Trujillo en La República Dominicana, Duvalier en Haití, Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Stroëssner en Paraguay, Fujimori en Perú y Mubarak en Egipto, Salmán bin Abdulaziz en Arabia Saudí y Obiang en Guinea Ecuatorial. Por citar a algunos, puesto que la lista es interminable.

Gente bien informada nos intenta distraer o manipular haciendo un inventario o contabilidad de los muertos producidos por un bando, infravalorando numéricamente, según su tendencia, el balance de los generados por el otro. ¿A dónde nos lleva este razonamiento, pregunto? Es un falso debate que nos conduce a un callejón sin salida, ya que no es más que el intento de defender a los suyos, los de su doctrina o capilla, dejando entender que se produjeron muchas más atrocidades y atropellos a la vida humana en el otro campo, esgrimiendo cifras. ¿De qué nos sirve esta estadística?

He tratado de enumerar las salvajadas y espeluznantes locuras perpetradas en ambos lados, irrefutables delitos de lesa humanidad, y dejo al lector, a la luz de los abundantes datos expuestos, sacar sus propias conclusiones; pero no tengo ningún rubor en decir que sigo simpatizando con la ideología socialista, desmarcándome, por supuesto, y de manera radical, de los modelos citados anteriormente y optando por un “socialismo con rostro humano”, implementado durante la Primavera de Praga por Alexander Dubcek, quien fue depuesto durante la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia en el año 1968 por querer instaurar en su país un régimen socialista, abierto, no represivo y con un amplio abanico de libertades, solidarizándome también con la perestroika y la glásnost de Mijail Gorbachov. Termino con estos adecuados y elocuentes versos de la canción “Patria y vida” censurada en Cuba:

“Y que no siga corriendo la sangre

por querer pensar diferente (...)

Un nuevo amanecer estamos esperando”.