Angostillo

Corazón que arda

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Isidro González IsidroGonzez
26 may 2023 / 08:34 h - Actualizado: 26 may 2023 / 08:36 h.
"Angostillo"
  • Corazón que arda

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Cinco procesiones eucarísticas salieron el pasado domingo por nuestra ciudad y varias más están previstas para las próximas semanas, como colofón de cultos en honor de Jesús Sacramentado en este tiempo pascual previo a la festividad del Corpus Christi. La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Pascua, el mejor fruto de la Pasión de Jesús y el más claro testimonio de su Resurrección. Por eso merece celebrarse solemnemente en comunidad pero también adorarse y ser llevado a los enfermos como el tesoro que es de la Iglesia. Y las Hermandades Sacramentales -en el ejercicio de su instituto fundacional que se remonta a más de cinco siglos de la mano de doña Teresa Enríquez, en camino de su beatificación- se afanan, en la medida de sus posibilidades y de circunstancias no siempre favorables, por llevarlo a cabo, sin que resulte determinante para ello el que cuenten o no con un respaldo ni una comprensión masiva de fieles y hermanos ni dentro ni fuera de los templos. Como tantos autores antiguos y modernos y abundantes documentos de nuestros archivos ponen de manifiesto, la preeminencia e importancia de estas corporaciones no viene dada por los siglos de historia ni por el excelente patrimonio artístico acumulado en honor del Santísimo Sacramento, sino por el esencial misterio cristiano al que dan culto y veneración y lo hacen accesible y cercano a muchas personas.

Pero lo anterior no es óbice para reconocer que estas hermandades, que siempre han sido minoritarias, necesitan que sus propios hermanos ofrezcan, los primeros, un mayor compromiso de vida activa en favor de ellas, que redunde en un mayor esplendor y acompañamiento de sus cultos y actividades. Ni que una necesaria formación haga entender a muchos integrantes de este, a veces, desbordado “mundo cofrade” el contenido y la realidad íntima de este Sacramento, de lo que con él se relaciona y de lo que de él se deriva: celebración, oración y compromiso social en favor de los más necesitados, pero también y a la vez, fe inculturada en hermosas costumbres recibidas de nuestros mayores, reflejada en testimonios impresionantes de arte y belleza y contenida en el sentido del misterio de lo sagrado que custodian.

No podemos considerar a las Hermandades Sacramentales ni al culto eucarístico como un pequeño reducto del pasado, que pareciera estar en vías de extinción en favor de otras manifestaciones más grandes en número o en masa de nuestra piedad popular. No debe ser una cuestión de moda pasajera, ni de medida que parezca insignificante o de opiniones publicadas o mediáticas, sino razón y deseo del corazón del hombre que mira al corazón de la Iglesia: la Eucaristía, venerada durante todo el año en el silencio y la quietud de los sagrarios parroquiales y en estas fechas con la solemnidad y el esplendor de nuestra tradición. Por eso reconforta oír hace escasas semanas a un hermano mayor como el de la O expresar, no hacia el interior de su hermandad sino a cuerpo descubierto por las redes sociales, la justificación de una Procesión de Impedidos y animar vivamente a sus hermanos a participar en ella. Testimonios como éste, más de obras que de palabras, son imprescindibles para que este manantial de belleza espiritual y material no quede como material de museo que simplemente recuerde el esplendor que un día tuvo y el sentido de Iglesia que manifestaba esparcido por toda nuestra ciudad.

Urge reincorporarnos con fervor y fidelidad a las Hermandades Sacramentales y alentar su vida, conocer y reconocer lo específico de su carisma y lo peculiar de sus manifestaciones cultuales y de piedad popular, para mantener vivas estas instituciones que tocan y acercan el núcleo central de nuestra Fe, a Jesús mismo hecho Pan de vida eterna. Jueves eucarísticos, horas santas, triduos, adoraciones y procesiones en que la Eucaristía es llevada a los enfermos como expresión de solidaridad con la Iglesia sufriente o procesionada en alabanza y acción de gracias por los lugares donde se desenvuelve nuestra vida cotidiana...

Como manifestó hace treinta años el Papa San Juan Pablo II en nuestro suelo: “Sevilla, ciudad eucarística y mariana por excelencia, tiene como timbre de gloria de su fe católica dos grandes amores: la Eucaristía y María. Dos misterios que se reflejan en la exaltación de la presencia real de Jesús en el Corpus Christi sevillano y en la acendrada devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Dos misterios insertados en la más entrañable religiosidad popular, en las Hermandades y Cofradías...”. No por pequeña a los ojos del mundo es menos preciosa esta perla escondida, como la del evangelio, que son las Hermandades Sacramentales. Pero es necesario que, como los discípulos de Emaús, nuestro corazón arda también cuando el Señor nos hable y parta el pan a nuestra vera y le reconozcamos en el camino, por las calles de nuestros barrios y parroquias, las mismas que recorremos mal que bien los días de nuestra vida.


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