Coronavirus: Prudencia o miedo (y III)

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12 oct 2020 / 07:00 h - Actualizado: 09 oct 2020 / 11:17 h.
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  • Coronavirus: Prudencia o miedo (y III)

Tenemos una radiografía bastante aproximada de qué está pasando. Quien asume un riesgo real es aquella persona que padece alguna de estas enfermedades y que tiene una edad avanzada. El resto de la población parece subexpuesto como se desprende de la propia observación de los hechos, así como de alguna experiencia afortunada como la de Corea del Sur.

También conviene señalar que esto es así por el propio mecanismo del virus. El virus por sí mismo no nos hace nada. Este «bicho» necesita entrar en nuestras células para apropiarse de sus elementos y activar su replicación. Para entrar en una célula utiliza un mecanismo que de forma simple podemos explicar así: una proteína llamada ACE2 tiene la capacidad de entrar en la célula humana, y el virus tiene la habilidad de engancharse a esa proteína. Si lo hace y ésta penetra dentro de la célula, el virus se cuela y empieza su replicación. Pero si no se produce la infección en una célula, el virus simplemente queda fuera hasta que pasado un tiempo muere. Esta proteína se encuentra principalmente en pulmones, corazón, riñón, vejiga y órganos del sistema digestivo. Esto está correlacionado con el listado de enfermedades principalmente afectadas que se desprende del resultado estadístico anteriormente mencionado. Pero además de la proteína ACE2, el botón de arranque en el virus una vez lo tenemos dentro se produce a través de otro elemento, la proteína TMPRSS2, que se encuentra principalmente en ciertas células de la cavidad nasal y el intestino. Por esta razón, la toma de muestras de la PCR se realiza en la garganta o en las fosas nasales.

En definitiva, una persona sana tiene una probabilidad muy inferior a una persona con patologías que producen alteraciones en la cantidad de la proteína ACE2 y eso está bien reflejado en la estadística que se observa de víctimas de la enfermedad.

Una tercera reflexión nos viene al comprender cómo funciona el mecanismo de la infección. Si un solo virión puede replicarse por miles en caso de infectar una célula, el tiempo juega un papel determinante en las probabilidades de curación del enfermo. Es decir, la celeridad con la que se detecten los casos y se traten reducirá drásticamente la mortalidad. Esto se manifiesta también en la estadística comparada de países. Aquellos con sistemas sanitarios más robustos, sin contagios de sanitarios (que provocan la baja del servicio y por tanto ralentizan los tratamientos por disponer de menos efectivos) han tenido un resultado muy distinto al de nuestro país. Países como Austria, Dinamarca, Finlandia, Alemania y otros muchos no han padecido ninguna mortalidad adicional a la normal, aunque además de sus sólidos sistemas sanitarios también puede colaborar una cultura menos mediterránea y de contacto estrecho como tenemos en países como España, Francia o Italia.

Aunque la cantidad de datos y sus interpretaciones pueden suscitar cientos de debates y opiniones, no quiero terminar sin comentar que vista la selectividad de actuación del virus y la forma que tiene para infectar a su huésped, no podemos caer en la histeria ni en el miedo. En general, el virus es más débil que una persona sana o incluso una persona con ciertas debilidades, pero joven. Pero no menos cierto es que el virus selecciona principalmente a personas con edad avanzada y se vale del sano para llegar a él. En consecuencia, es muy necesario que tengamos siempre en mente que si bien nosotros no somos perfil de riesgo, podemos ser el instrumento con el que el virus infecta a quien sí lo es. Y solo hay un remedio eficaz para no perder nuestra libertad y nuestra necesaria socialización, la mascarilla. A nadie le gusta, pero si actuamos de forma coordinada y evitamos ser parte de la red de contagio que necesita el virus, esto pronto acabará. Miedo no, pero prudencia sí.

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Armando Nieto Ranero es Presidente de Divina Pastora Seguros