Vivimos en tiempos de guerra a nivel mundial y la batalla la libramos los seres humanos frente a un enemigo invisible llamado Coronavirus que no entiende de naciones ni fronteras.
Muchos expertos hablan de “guerra biológica” y otros no se atreven a tildar la situación que sufrimos a nivel mundial con estos términos y se agarran con los datos actuales que tiene el conocimiento científico al de “enfermedad natural” como consecuencia de una “Pandemia” sin precedentes en la historia de la humanidad.
Todos somos inexpertos ante esta situación, que por ser nueva se escapa a nuestro control.
Toda vivencia o acontecimiento nuevo en la vida de un ser humano no tiene nombre para él y si además se vivencia con pérdida de control sobre el mismo, el impacto psicológico que se genera es negativo. Dicho de otra forma, todo aquello a lo que no se le puede dar un nombre se escapa a nuestro control y por lo general lo asociamos a situaciones negativas.
Esta situación actual, nueva para todos, no tiene nombre y atenta contra la salud de las personas pudiendo terminar en muerte. Al ser por todos percibida instintivamente como amenazante, como seres humanos reaccionamos a priori y de forma universal con sentimientos de angustia e inseguridad.
Esa es la vivencia negativa que predomina en nuestra ciudadanía mientras los días transcurren en el decreto de Estado de Alarma y las cifras de infectados y muertos siguen aumentado. Porque aunque nos comuniquen que las cifras de curados también aumentan día a día, ante la vivencia de vulnerabilidad, peligro e indefensión, en el “inconsciente colectivo” se crea un estado de alarma que solo presta atención a los datos negativos.
Si el término más cercano que podemos acuñar estos días a la vivencia es el de guerra, sobre esta ya hemos estudiado sus efectos; el desastre que genera en la infraestructura económica, social y política así como las consecuencias psicológicas que acarrea a la población civil.
La investigación nos dice que la guerra provoca efectos negativos sobre la salud mental de las personas y facilita el aumento de trastornos mentales.
Dentro de los trastornos psicopatológicos predominantes por excelencia, el principal es el Trastorno por estrés postraumático seguido de los trastornos de los estados de ánimo, abuso de alcohol, otras sustancias y el suicidio.
Nuestros sanitarios viven estos días situaciones de estrés límites así como los familiares de los afectados por el virus. También nuestro gobierno ante la dura tarea de gestionar este conflicto, expuesto a la crítica constante del pueblo.
Los expertos sabemos que los recuerdos de estas vivencias perduraran sin fecha de caducidad en sus memorias, así como los efectos negativos de estos. Es muy importante que podamos paliar estas consecuencias.
Las recomendaciones clínicas nos dicen que cada uno de nosotros busque acompañamiento y un soporte emocional para liberar el peso del estrés diario. La vivencia de soledad en estos momentos resulta más nociva que nunca para nuestra salud.
La labor profesional de los psicólogos estos días está enfocada en las intervenciones en crisis. Estas pueden facilitarnos soporte emocional y recursos de afrontamiento. Cuando esta guerra finalice, los efectos de estas intervenciones se verán reflejados en herramientas para poder canalizar duelos de forma natural. Nuestra condición humana está preparada para enfrentarlos.
La mayoría de las Comunidades de nuestro país cuentan ya con recursos facilitados por los Colegios de Psicólogos donde se pone a disposición de profesionales que trabajan en primera línea de batalla y de la ciudadanía a través de recursos telemáticos que ofrecen soportes de contención emocional de forma gratuita.
Si está usted leyendo esto lo/a animo a que los consulte porque pueden ser la mejor medicina de la que podemos disponer para prevenir los efectos negativos del impacto psicológico que estamos padeciendo como miembros de esta sociedad así como un recurso útil para que usted sepa que no está solo/a, que todos vamos montados en el mismo barco.
*Raquel Calero es Doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, Psicóloga General Sanitaria. Experta en Duelo, Psicooncología y Cuidados Paliativos.