Por Dra. Ana María Porcel Gálvez | Profesora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Sevilla y coordinadora del proyecto europeo "Development of a transcultural ethical-socialcare model for the dependent population in the Mediterranean basin" (TEC–MED)
Aunque tradicionalmente la atención a las personas mayores se ha producido por solidaridad intergeneracional, debido a los cambios sociodemográficos, especialmente con la urbanización y la feminización laboral, en España en la década de los 80 se iniciaron los servicios externos de asistencia social. También hubo una clara conciencia e inversión pública con lo que se produjo el desarrollo del Sistema Nacional de Salud con la promulgación de la Ley General de Sanidad. De forma más reciente, en un esfuerzo por dotar la atención social, en el marco del cuarto pilar del bienestar, junto a la salud, la educación y las pensiones, se proclamó la Ley de Dependencia, cuya implementación deriva la responsabilidad nacional a las diferentes Comunidades Autónomas, hecho que ha supuesto, un desarrollo desigual entre los diferentes territorios. La Ley de Dependencia ha creado una bolsa de dependientes con derechos reconocidos pero que no siempre reciben beneficios. El enfoque actual en España, tiene claros rasgos de un modelo asistencial paternalista, donde un amplio porcentaje de la asistencia sanitaria es pública, pero con una tendencia inversa cuando nos referimos especialmente a la institucionalización de las personas mayores, con una red de residencias, principalmente en el ámbito concertado y/o privado, y con una clara fragmentación y desconexión entre Sistema Social y Sistema de Salud, diseñado para curar enfermedades, y no para responder alos cuidados crónicos y complejos. Situación que ha venido evidenciándose, y que ha sido puesta de manifiesto en el Libro Blanco sobre la Atención a las Personas en Situación de Dependencia en España, que muestra una situación grave con la necesidad de reformar el sistema de atención orientado hacia la integración y coordinación de recursos (especialmente, atención médica y social), atención centrada en la persona y marcos legales y sostenibilidad. Por lo tanto, en la emergencia frente a la pandemia del coronavirus, que se ha henchido especialmente con los mayores institucionalizados, deberíamos de reflexionar si no es otra más que la crónica de una muerte anunciada de los actuales modelos de atención a la institucionalización de personas mayores. Crónica que, unavez superado esta crisis, debe de superarse e ir hacia un nuevo modelo de atención, que integre la revolución de la longevidad, la multiculturalidad, los aspectos bioéticos y socioculturales. Solo con un modelo transcultural podremos llegar a integrar y vivir en sociedad. Porque ¿cuál es la sociedad de hoy día sino una sociedad globalizada y plural? Debemos desarrollar un modelo que tenga un impacto significativo en la laborde los servicios sociales y de salud, incrementando las capacidades y las competencias relacionadas con la vulnerabilidad y el cuidado a las personas mayores, y que debe incorporarse a las Políticas Sociales y de Salud, y a los órganos de decisión, con el fin de que esto no vuelva a pasar.