El periodismo es una profesión y un oficio muy especial porque está íntimamente ligado con el poder y con el Poder, esto es, con múltiples intereses. El poder es la Moncloa o la Casa Blanca, y el Poder es el sistema financiero y de fondos de inversión a escala mundial, entre otros elementos. Todos o casi todos los grandes grupos mediáticos del mundo están respaldados por la banca y la banca por fondos de inversión y otros capitales que son colocados donde más convenga para ganar dinero y/o para influir. Mientras más grande sea el medio de comunicación, más intereses alberga.

En el seno de toda esta telaraña de intereses labora un sujeto llamado periodista que no es más que un trabajador por cuenta ajena, no importa si es un trabajador de lujo, si gana millones o 500 euros al mes, se trata de un asalariado que si se pasa de la raya tarde o temprano se va a la calle porque su trabajo está siendo vigilado de cerca y aunque ese trabajo pueda ser rentable porque lo acepten los receptores, el poder sabe que si hay que arrancarse un brazo para que la gangrena no se empiece a extender a todo el cuerpo, procede a la extirpación y crece otro brazo en su lugar.

Como profesión universitaria, el periodismo es joven, los primeros centros universitarios surgen en Estados Unidos de la mano de Pulitzer. En España existían escuelas de periodismo en tiempos de Franco, pero la primera Facultad de Ciencias de la Información aparece en la Universidad Complutense de Madrid en 1972, eso es ayer mismo. Las asociaciones de la prensa o los colegios de periodistas no poseen poder ejecutivo alguno y la profesión en sí no tiene una legislación clara. Es decir, si Joaquín Prats promociona seguros y luego presenta un informativo o si Pedro Piqueras presenta el suyo y a continuación anuncia un yogur no pasa nada a pesar de que todos los códigos deontológicos estipulen que periodismo y publicidad deben ir bien separados.

La influencia de los pactos de los poderes está por encima del trabajo del periodista y de los gustos de ustedes. En Estados Unidos, han sido despedidos periodistas por defender su trabajo en la CBS, pongamos por caso, cuando esta gran cadena de TV lleva a cabo alianzas empresariales publicitarias con Nike, por ejemplo. En tal coyuntura, los periodistas de la CBS no pueden denunciar, así como así, que Nike fabrica zapatillas en Vietnam con mano de obra muy barata; una periodista que se empeñó en seguir esa línea de investigación -que es el verdadero periodismo-, Roberta Baskin, fue puesta de patitas en la calle a pesar de su gran reputación entre su público.

En España, en los últimos años, José María García, en efecto, dijo que se fue de la Cope a principios de siglo, pero da la casualidad que cuando se fue estaba investigando algunos negocios de Florentino Pérez. Más tarde cayó Federico Jiménez Losantos en la misma cadena de emisoras a pesar de sus altas cifras de audiencia -como García-. ¿Motivo? Losantos es una persona que se define liberal y simpatiza con el PP pero no el de Rajoy y Gallardón sino el de otros políticos más firmes como Aguirre e incluso Aznar. La Iglesia, dueña de la Cope, prescindió de sus servicios hacia 2009 para no seguir molestando tampoco demasiado al PSOE ni a Zapatero que si modificaba la siempre cambiante ley de educación podría perjudicar a la Iglesia.

Torres altas caen, por tanto, como la de Pedro J. Ramírez que primero lo echó el gobierno del PSOE cuando era director de Diario 16 y luego el PP como director de El Mundo, en alianza con el capital empresarial italiano que está detrás de este medio de comunicación. Y últimamente ha sido muy sonado el cese de Alfonso Ussía como columnista de La Razón.

Para qué seguir -con las purgas de Rosa María Mateo en TVE, verbigracia- ya se pueden imaginar ustedes que si a estos muy respetables caballeros los mandan a tomar viento qué no puede pasarles a las y los plumillas humildes que están ganándose la vida y la muerte como pueden. Por el momento, en este diario la empresa nos deja expresarnos libremente porque no está enredada en asuntos de poder ni de Poder pero en cuanto aparezcan esos poderes conspicuos y sabihondos empezarán a pedir cabezas. Qué paradoja, ¿verdad? En democracia y en este plan, porque, además, a los receptores no se les informa de los detalles por los que se han quedado sin sus comunicadores, se les dicen dos superficialidades y la vida sigue, hay que bucear aquí y allá para enterarse de algo sólido, sólo de algo.