Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre las personas que van debajo de los pasos.
No siempre es bueno. ¿Cuántas veces se han hecho bromas sobre la falsedad de los besos entre los costaleros o lo bajo que llevan algunos el costal?
Algunos, es verdad, tienen mucho afán de protagonismo y se creen más importante que el que va arriba, pero esta no es la realidad del colectivo.
Los costaleros son los encargados de acercarnos a Dios a nuestra puerta. Son el lazarillo de nuestras imágenes. Ellos las llevan y las traen con sumo cuidado y cariño, como cuando llevas a tu madre en el coche a por un mandado.
Ellos también están sufriendo la penitencia de no poder ‘trabajar’ debajo del paso, de empujar todos fuertes a una, de las levantadas al cielo, de los bocatas de ‘El Juli’ en una noche de ensayo.
Qué ganas tengo de encontrarme una parihuela en mitad de la noche rompiendo el silencio con un casete que sólo escuchan las dos últimas trabajaderas.