Covid Zeitgeist: cultura y doctrina del miedo

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08 dic 2020 / 10:59 h - Actualizado: 08 dic 2020 / 18:15 h.
  • Covid Zeitgeist: cultura y doctrina del miedo

Traducir el término germano como “espíritu de un tiempo”, es una licencia que en nuestro idioma y talante ibérico necesitaría de ciertas aclaraciones y gestualidad ostentosa, todo ello en ardiente conversación regada con buen mollate que aliñe la dialéctica y los ánimos. Pues ni vino, ni amigos, ni conversación, ni acalorados encuentros en la intimidad de la amistad o las pasiones ocultas y no declaradas. Nuestro momento vital se acerca más al año de la rata como concepto individualista, temeroso y recluido en cada cubículo, siendo lo colectivo una parálisis imperante que también nos hace semejantes a estos roedores, en ocasiones a la fuga y en otras conformados en auténtica plaga transmisora de enfermedades y recelos atávicos.

Este discurso versaba inicialmente sobre la prolongada reclusión a la que nos vemos sometidos desde el comienzo de una pandemia no aclarada en su origen, confusa en formas y sintomatología, y oscura en el tipo y variación de las medidas aplicadas, sin que el incierto final parezca presentar menor turbiedad en su resolución. Pretendía conectar con artículos anteriores en la premeditada instauración del miedo como sistema, pero durante las semanas que distan de aquellas líneas han sucedido fatuos conatos y acontecimientos, añadidos al clímax de pánico al contagio, a la muerte, a la pérdida del empleo o simplemente a salir de cada ratonera al exterior olvidado. Indeed, que diría en apropiado británico... hay que añadir a lo anterior el espeso aglutinante del odio, wikidefinido como “un intento por rechazar o eliminar aquello que genera disgusto”, aunque la RAE lo plasme como “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”; es lo mismo pero no es igual... como el conocido chascarrillo.

Habrá que asumir que aquello de un análisis objetivo, racional y meditado de los conflictos y sus motivaciones ha quedado para la vitrina del museo. Todo existe salvo la incentivación del discurso común, todos perviven en la línea del interés y doctrina propia disfrazada de reaccionario pensamiento o de pretendido progresismo, pero idéntico en su nefasta intencionalidad. Nos arrojamos a la cara el concepto patria-bandera-coexistencia situándola en la mejilla cubierta del bozal, en las luces festivas urbanas o en el estroboscópico estrado del político zafio; la quitamos de plano para que la rueda de prensa no la inmortalice en la memoria de otras naciones inventadas, la quemamos, la plantamos por miles en jardines o la colgamos en balcón con crespón de necrológica como una bofetada al contrario...nada converge porque todo fractura. Como en la obra de Aramburu y en su excelente versión audiovisual, parece que no hay paz que se consiga en el olvido, ni sentido en los comienzos de la ruptura abrupta entre iguales. No parece que existan zonas medias de lucidez ni críticas por igual rasero. Como ejercicio didáctico, deténgase el lector en las líneas encadenadas a continuación y pregúntese si lo dice usualmente la misma persona:

Que en un chat privado de sable nostálgico se pidan 26 millones de balas para fusilar a otros tantos “hijos de puta”, es tan repulsivo como que terroristas blanqueados sin cal más independentismo cizañero tiren de la piel de vaquilla (que ni a novillo llega), para aniquilar lo que parece confirmase como un país fallido. En un caso, las sinergias y simpatías con un partido de la ultraderecha que se dice democrático deberían tener su trascendencia no ya judicial, sino mínimamente ética. El llamamiento al apoyo de la corona y el ornamental mutis de su majestad es coincidente en melindres a una Maestranza hispalense que saca pecho y cartel en fachada, olvidando otros rótulos invisibles para evasiones fiscales, lujos y amoríos pagados por todos los súbditos. En el bando opuesto se confirma un gobierno de coalición imposible e indefinible, que al encontrar otros caladeros temporales ya no necesita el rentable bipartidismo diestra-siniestra de otros tiempos, mostrando sin pudor debilidades estructurales y acelerando en vía muerta. El resto de actores divaga entre supervivencias y adaptaciones a la espera de su turno en el poder. La ciudadanía y su voto es responsable directa de esta situación, no se olvide.

Al hilo de nuestra debilidad y repitiéndose conductas históricas mal que le pese y niegue su embajadora, nuestros amables vecinos del otro lado del Estrecho implementan un programa armamentístico de inquietante uso, fuerzan el colapso económico de las ciudades autónomas, reclaman aguas no propias frente a nuestras Islas Afortunadas, abren las compuertas de la inmigración o se afianzan militarmente en el Sáhara Occidental. Se queda corto el análisis internacional para este espacio, pero no se preocupe, no hay pérdida de hilo...más pobreza y mayor crisis mundial, más miedo, más guerras. Si no estaba al tanto de la situación en Siria, Libia o Yemen, es tiempo de aprender donde está Nagorno Karabaj, con un vistazo a los pueblos y territorios de Transcaucasia y Ciscaucasia. Tampoco vendría mal repasar aquello del Imperio Otomano, hay versiones nuevas que dan escalofríos.

Por descontado la vida ordinaria del ciudadano global estándar sigue a la voz de ordena y mando. El estado de crisis y la coacción algo falsaria a la solidaridad ha seguido su curso en todos los procesos iniciados. Confieso que me surge una sonrisa extraña cuando veo los doblajes al estilo granaíno de Alfredo Díaz, sobre esta crisis pandémica y las correspondientes actitudes políticas y/o sus pareados intereses económicos. Cuanto menos parecen contradictorias las drásticas medidas iniciales y algo arbitrarias las ahora cambiantes regulaciones de horarios, desplazamientos y actividades, sujeto además a la peculiaridad del reino de taifa donde se resida. Por supuesto, cualquier crítica al discurso mediático y monotemático instaurado desde hace ocho meses es sospechoso de negacionismo radicalizado.

Es paradójico reiterar la saturación y sobrecarga de la sanidad y la educación pública y no aumentar la inversión en ello, y es peculiar que a la vez se nos inunde de anuncios de seguros, telemedicina y universidades online del sector privado. Parece también casual que justo cuando se intentaba una reducción del envase desechable y otras medidas en línea, se haya dinamitado cualquier propuesta ecológica bajo el prisma de la precaución sanitaria. La banca y las empresas de comunicación siguen con su urdimbre de desmantelamiento presencial y preparación de tajadas a la ciudadanía en forma de comisiones y nuevas regulaciones.

En nuestra retina y masa gris se insertan a la vez toda una bechamel de imágenes sobre vandalismo incipiente callejero, ciberataques a infraestructuras ferroviarias y sanitarias, o iniciativas parlamentarias de igualar ideologías alternativas a paralelismos totalitarios, (más de uno debería leer a Marx y su vigencia). En lo más íntimo de nuestras relaciones personales nos acercamos a la virtualización patética de la película Her o a realidades de perplejidad social (Cf. Japón), con taras insalvables en la relaciones entre jóvenes o con adultos conviviendo con hiperrealistas muñecas de látex a tamaño natural que hubieran hecho las delicias de Michel Piccoli. Quizás todo empuje a pensar que en realidad estemos entrando en El Tiempo del Lobo, así que disfrute estas fiestas revisando al señor Haneke y lo mismo encuentra pistas de nuestro destino.