Pintura

Cuaderno de Goya (V): Goya en el diván

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11 may 2020 / 19:58 h - Actualizado: 11 may 2020 / 20:09 h.
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  • Autorretrato de Goya (1795).
    Autorretrato de Goya (1795).

Hoy vamos a ver hoy a Goya (Fuendetodos, 1746- Burdeos 1828) en el diván, indagando en su psiquis para comprender la personalidad quien está detrás de sus obras –las de difícil lectura como las que representan o pueden representar delirios y alucinaciones- que se sabe padeció.

Él no será el único artista que requeriría terapia en caso de haber podido hacerla. La Hª del Arte, está llena de monomanías, obsesiones, neurosis, psicosis, síndromes y enfermedades de todo tipo -físicas y psíquicas- que de algún modo han podido condicionar la creación.

Limitándonos a los españoles o relacionados con España, se suele citar siempre a El Greco. Sus figuras espectrales, el colorido extraño, algunos temas y el modo de representación como a brochazos, ha dado que pensar sobre si padecía problemas de visión -daltonismo, cataratas o algún tipo de ceguera- que para Marañón nunca tuvo. No obstante dan que pensar desde el punto de vista oftálmico y psicológico los cartuchos volantes de las vestimentas, las miradas en el infinito de algunos personajes, los cielos fantasmagóricos, los rompimientos de gloria estallando entre los planos terrestres, las perspectivas o escorzos imposibles.

Por otro lado está el hecho de los trastornos místicos: ¿cómo interpretar las “visiones” sin considerar imaginarias?, ¿qué causaba tanto desvarío respecto al canon?, ¿cómo creer que se les aparecía Cristo o la Virgen, se bilocaban, reproducían estigmas, entraban en éxtasis, levitaban, se sumergían en textos y manifestaciones artísticas que parecen descripciones eróticas?, ¿cómo explicarlas sin la luz de una profunda teología?

Como El Greco -Alonso Cano, Valdés Leal, il Torrigiano, Juan de Mesa, El Bosco, Dalí, Picasso,... fueron autores que debieron pasar por el diván, considerando que fueron personas con percepciones, sensibilidades, estados de emoción o ánimo diferentes. Goya no podía faltar en esta galería y de nuevo surgen las preguntas: ¿carácter ciclotímico?, ¿trastornos de conducta?, ¿bipolaridad?, ¿hiperactividad o personalidad múltiple?, ¿trastorno ansioso-depresivo?, ¿cómo pudo representar escenas de violaciones, raptos, luchas, ahorcamientos, asesinatos, descuartizamientos, aquelarres,...?

Llegados a este punto, es evidente que todas estas interrogantes hay que despejarlas desde dos puntos de vista: desde una enfermedad recurrente de carácter mental y desde el arte.

Con respecto a la psicopatía que pudo padecer, se sabe que a lo largo de su vida tuvo delirios, alucinaciones, pérdidas de conciencia y otros síntomas que pueden seguirse a través de sus cartas -y de coetáneos- que se conservan en Archivos públicos, privados, españoles y extranjeros, y en la bibliografía donde se transcriben.

Los asuntos raros de Goya, que pueden representar manifestaciones de estados alterados de conciencia, tienen su origen desde el punto de vista médico (veremos también del artístico), a partir de 1792, cuando contrae una enfermedad de carácter orgánico, que le dejó sordo y le afectó al oído y al encéfalo, a las conexiones neuronales y sanguíneas entre esos órganos, como apunté en el IV.

Al profundizar en la biografía (y obra) de Goya, me uno a la hipótesis de que padeció una patología psiquiátrica -devenida de una fisiológica- causada posiblemente por la picadura del mosquito anófeles, o beber agua en malas condiciones; aunque esto último que le hubiese contagiado el cólera, no lo creo probable ante la mortalidad que causa.

Desde el punto de vista plástico, esto se traduce en las obras que representan escenas trágicas, formas y figuras alejadas de la dicción académica permitidas hasta entonces, y en un arte bélico no entendido como heroico, de exaltación del vencedor, sino todo lo contrario, de denuncia.

Esta nueva manera de representar el arte de la guerra, uno de los temas más antiguos del arte pues ya aparece en representaciones prehistóricas, es, y esto es importantísimo, un nuevo hallazgo de Goya.

Hasta ahora los asirios luchaban contra los babilonios, los hititas con los persas, los griegos con los púnicos, los romanos con los galos,...pero eran representaciones de dominio o sumisión, mientras que él no toma partido y lo que exhibe es su barbarie. Fuese terapia, catarsis, testimonio, documento,...lo cierto es que pocas veces –salvo los corresponsales de guerra- han sido capaces de captarla de esa manera y desde dentro. Rubens tiene un lienzo que se titula “Los Desastres de la Guerra” y el mismo Leonardo obras de batallas, etc. pero parecen ideales, sin el expresionismo de la realidad, que es lo que aporta Goya.

Hago la lectura desde la perspectiva actual, sin considerar que como sus otros temas de “lo sublime” o la “sensibilité”, estos, los bélicos, bien podían ser una de otras de las líneas que le encuadraban en esa moda de su época -aunque muy minoritaria entre los españoles- que aceptaba esas extravagancias, sobre todo teniendo en cuenta que eran Vanguardia artística en Inglaterra, Países Bajos, Francia,...y que él conoció de primera mano en casas de coleccionistas que frecuentaba.

El abanico de temas que abre y los nuevos caminos en la libertad de expresión que hizo a partir de ahí, pueden parecernos siniestros, pero el que optara por hacerlos y además seriados, indica que entre sus propósitos estaba también el que llegara a un gran número de personas, lo que podría entenderse por otro lado como democratización del arte. No obstante estos asuntos deben interpretarse con mucha cautela. Las cabezas y extremidades cortadas colgando de un árbol, un ataque de bandoleros en una cueva, el duelo a garrotazos, las figuras espectrales de la Quinta,...pueden obedecer a muchas causas, fundamentalmente a tres:

La primera, que cualquier alteración generada por patologías físicas, interactuaron en su estado mental.

Resulta curioso que ese estado que tanto le ofuscó, es el origen de su lucidez extrema y de su genialidad, como si a la vez que padecía los delirios y dolores, su percepción se acentuaba al límite. Se habla de la relación entre genialidad y locura. No soy experta pero considero que alguna relación debe haber porque son bastantes los autores con patologías psiquiátricas, los que han hecho evolucionar el arte como lo hizo él.

Goya no puede explicarse sin sus padecimientos físicos, ni psíquicos, ni desde el esfuerzo que significa dibujar o pintar en esas circunstancias. Las imágenes deformadas, la ausencia de perspectiva, los apegotonamientos, manchas, deformidades,...son un nuevo modo de pintar al tiempo que reflejo de su estado psíquico.

La segunda causa y no menos crucial para el arte, es su invención de una de las cuestiones más trascendentales como es pintar para uno mismo, independientemente de los encargos. Los “Caprichos” obedecen precisamente a eso, a sus caprichos personales, su gusto por hacerlos como él mismo se encarga de decir.

Estos caprichos, las series de los Desastres y los Disparates a que nos referimos aquí, puede que ya los desarrollara desde su pueblo natal, pues ya entonces dio suficientes muestras por salirse de las convenciones y Zaragoza, Roma, Madrid o Burdeos, las ciudades donde más tiempo permaneció y no sólo conoció en sus viajes, no fueron sino escalones para enriquecer sus técnicas, evolucionar al máximo sus posibilidades y continuar aprendiendo hasta los últimos momentos de su vida.

La tercera, porque de manera metafórica (con burros parlantes y los llamativos títulos de sus obras) intentaba transmitir lo que estaba ocurriendo en nuestro país entre absolutistas y liberales, entre afrancesados y nacionalistas, entre una mayoría de pobres frente a los que ostentaban el poder, el analfabetismo, la hipocresía, las condiciones de vida,...y no debe olvidarse que aparte de su enfermedad y sus pinturas, España estaba pasando en el periodo cronológico que le tocó vivir, muchas de las revueltas, tumultos, revoluciones, guerras y guerrillas que iba empalmando una tras otra hasta la definitiva de la Independencia (1808-14).

Situaría aquí el afán didáctico de Goya, que nos advierte desde esas obras abisales de los peligros que nos acechan cuando las circunstancias históricas son adversas. Goya parece hablarnos ahora directamente a nosotros y convendría por tanto en estos momentos, que diésemos un paseo por Google o la Wikipedia y ver con nuestros propios ojos la tragedia de la que él se hacía eco y en la que estamos.

Cuaderno de Goya (V): Goya en el diván

En cuanto a las enfermedades que padeció desde su nacimiento y las secuelas que le dejaron, es muy difícil conocerlas todas, entre otras cosas porque no escribió diarios ni memorias, como era –y es- lo normal en muchos países. No obstante –médicos e historiadores- coinciden en que pudo tener sífilis, paludismo, malaria, enfermedades muy frecuentes en sus años y en el Valle del Guadalquivir, o bien envenenamiento por plomo (base del color blanco) que provocaron que en 1792, a los 46 años, quedara completamente sordo.

Este año de 1792 va a ser el punto de inflexión en su vida y en su carrera que a partir de entonces dará un giro diametral.

Se sabe que en diciembre de ese año se encontraba en Sevilla y que aquí donde se puso gravísimamente enfermo, al punto que en un mes más tarde, en enero de 1793 marcha a Cádiz, a casa de su extraordinario amigo Sebastián Martínez, a quien había frecuentado y retratado previamente en Madrid. En Cádiz permanece hasta 1794, año que se considera de su restablecimiento.

Esos dos años entre las curas y delirios, pérdidas de conocimiento y dolores, los aprovecha Goya en sus momentos de lucidez para conocer la magnífica biblioteca y la colección de grabados que tenía este rico personaje, dedicado entre otras cosas a la exportación de Sherry.

Sinceramente pienso que si el año en que contrae su enfermedad supone un antes y un después en su vida y en su pintura, sin Sebastián Martínez, los cuidados médicos y humanos, el enorme presupuesto que suponía estar pendiente del maestro continuamente, los tratamientos hasta donde alcanzaba la farmacopea, la enfermería y la higiene, ... que este le costeó, no hubiera sobrevivido. Goya tuvo la gran suerte de tener este y muchísimos más íntimos y queridos amigos.

Sebastián Martínez, es un personaje importantísimo porque además de culto era un Ilustrado. No me atrevo a pronunciarme sobre si estuvo relacionado con la masonería, muy activa en Cádiz en los años que residió allí, ni tampoco la vinculación de Goya con alguna logia, aunque muchas de sus obras pueden interpretarse desde este punto de vista y no hay que olvidar que uno de sus encargos, la Santa Cueva de Cádiz, sí estaba relacionada con masones.

Ya curado, en 1794 marcha a Sanlúcar de Barrameda acompañando a la duquesa de Alba y es allí donde son visibles en sus cuadernos y apuntes, su cambio de estilo no sólo por los temas sino por los trazos y las situaciones poco habituales hasta entonces en arte: escenas domésticas que se apartan de las costumbristas barrocas, y que si algunas lo son, son captadas con una modernidad sorprendente. El tocador, de mujeres en la cocina, atendiendo a su prole, con sus sirvientes,...las había en el arte ciertamente. No con la libertad que él lo hizo.

Goya pues no sería Goya sin ese trance crucial del que afortunadamente se repone, y que aunque recaerá a lo largo de su vida, sin este episodio que lo tuvo al borde de la muerte, su arte –y todo el que ha venido después de él- no habría evolucionado. Sería interesante ver los diferentes cambios de estilo y todas las puertas que fue abriendo, desde la óptica de sus crisis físicas y mentales.

Con respecto a las enfermedades psíquicas y somáticas que tuvo, la Dra. Ronna Hertzano (especialista en audición de la Universidad de Maryland) y la Dra. Soledad Humbert (psiquiatra de Barcelona) afirman que pudo padecer el “síndrome de Susac”, un tipo de encefalitis que afecta al ojo y al oído y puede producir sordera, vómitos, mareos, fiebre altísima, parálisis, pérdida de conciencia, delirios y alucinaciones, como los que sabemos que padeció.

Estos pueden ser consecuencias de la enfermedad que contrajo en su viaje por Andalucía -en Sevilla como dije- y que debieron causarle además de la sordera, otros trastornos pues se sabe también que padeció insomnio y acúfenos, quejándose en su correspondencia que le impedían la concentración.

El Autorretrato de 1795 cuando ya estaba completamente sordo, es tremendamente revelador por la expresión de dolor psicológico. Si el que se hizo con el Dr. Arrieta (¡especialista en malaria!), es de un patetismo feroz, este no deja de ser menos porque es contenido.

La siguiente imagen –“El Disparate del Miedo”- puede que camufle una representación autobiográfica, o la manifestación plástica de lo que en España estaba aconteciendo.

La tercera, extraída de sus “Caprichos” se titula “Tú que no puedes” y es una crítica a la ineptitud del sistema donde los pobres sostienen a los ricos, cargan con los impuestos,...que no sé si suena al momento actual.

Cuaderno de Goya (V): Goya en el diván

Vistas a distancia las escenas brutales que simbólicamente representó, nos percataremos que parecidas vemos cada día en prensa, televisor u ordenador. Pero a diferencia de ellas, las de ahora son más sutiles si tenemos en cuenta que estamos ya anestesiados y que los miles de muertos, las víctimas de cualquier tipo de abuso, crímenes, atentados o pandemias, no nos afectan a no ser a la familia o entornos próximos.

Hoy, el exhibicionismo obseno de la violencia es un negocio como otro cualquiera. Una rama de la casquería que mantienen abierta 24 horas sobre 24 los traficantes del miedo en todo el planeta, en directo y multiplicado al infinito tantas veces como lo permitamos. Cuestión que se evitaría al desconectar cualquier dispositivo electrónico, sin que todavía sea intravenoso.

Ocurre que hay además otras líneas que procuran evitar muchos dirigentes del planeta: los casos de corrupción, los nombres de los delincuentes, las víctimas sin que sin que sean cuerpos destripados.

En tiempos de Goya esas alegorías trágicas no salían en las Gacetas porque eran tipográficas y no llevaban ilustración, pero era lo que podía verse por las calles -Murillo también supo de tiñosos, escenas de mancebía y otras, aunque las trataba con dulzura- mientras que el maestro aragonés no se privaba de apretar el buril y grabar todo tipo de atrocidades.

Los asuntos que tienen que ver con las guerras que presenció y sus nefastas consecuencias para una población vulnerable, son el equivalente a testimonios de su cruel y a pesar de todo, extraordinaria época. Un fin del mundo. Como el que vivimos. En primera persona. En presente.

En esas series entre lo macabro y lo sublime, él denuncia, aunque parece que miramos hacia otra parte esperando pasivos a que la situación se remedie por sí misma,... y por tanto se repetirán en cualquier parte del mundo. Lo raro en situaciones extremas como la suya y la nuestra, sería conservar la lucidez -como a pesar de todo, él hizo- y por tanto el diván debería hoy ser enorme para que cupieran dirigentes del planeta, poderes manifiestos o en la sombra y todos los que los secundamos (in)directamente.

Cuaderno de Goya (V): Goya en el diván

El miedo de Goya, los miedos inducidos, son otra de las nefastas consecuencias no de las guerras o pandemias en sí mismas, sino de la pésima gestión de las autoridades que entienden que el miedo es rentable a niveles políticos y económicos, a niveles de ignorancia y ausencia de reacción. La pregunta que me hago desde que se decretó el Estado de Alarma, el confinamiento, la mordaza de las mascarillas, los metros de seguridad, ... es que ¿dónde están los intelectuales? Goya lo era. Su obra gráfica hay que leerla también desde esta óptica y como he pretendido desde la psicología y la psiquiatría. No vale que sólo lo hagan en sus respectivas plataformas. Hay que manifestarse y decir a las claras que en lugar de las pésimas medidas que se están tomando a posteriori, habría que haberlas previsto. Lo que ha demostrado esta crisis no es otra cosa que la mentira y la quiebra de los valores –a lo que se ha visto artificiales- en los que muchos creímos nos habíamos sustentado.

Pienso en Goya porque me sirve de excusa para llamar la atención sobre lo que nos está pasando y porque noto ciertos paralelismos en cuanto a la angustia, el desconcierto, las víctimas de lo que se pretende sea una guerra porque no lo es, es falsa, asimétrica, inducida y en la que poco sabemos del enemigo. Pienso en él y en autores como él, porque sus obras deberían servirnos de advertencia.

En el sentido del arte y de la ética y si colocamos ahora uno junto a otro sus dibujos y grabados de los “Caprichos, Desastres, Disparates y Nuevos Caprichos”, nos percataríamos cómo este país no ha sido otra cosa que pasto del enriquecimiento pocas veces honrado y la mayor parte espúreo y que el empobrecimiento por esa misma causa discriminatoria, ha afectado a gran parte de la población representando un retroceso en todos los niveles, una eugenesia social, que para colmo ahora es planetaria. Y bien, como suelo decir últimamente: ¡Salud, y sin radicalismos, a colaborar juntos para que los Desastres, los Caprichos y los Disparates de los gobernantes, sus grupos de presión y cualquiera de sus cooperadores, no se salgan con la suya!

Goya se cansó de los monarcas, los gobiernos, la corrupción en todos los niveles de su época y optó por exiliarse, volver a la pintura, consiguiendo con ello abrirnos otros caminos en el arte. También en esto hace falta ser un genio, para que a los 74 años de edad cuando se marchó, empezar de nuevo. Y por supuesto un héroe si considedramos su férrea voluntad por superar los gravísimos acontecimientos por los que pasó física, psíquica e históricamente.